Maravillas de sabiduría

Se cuenta que dos sabios famosos debatían en un encuentro de ciencias en los tiempos del Iluminismo.
- ¡Fue Dios quien creó el Universo!- Decía el primer científico, que era cristiano.
- No fue así-, insistía el otro. - Ese punto de vista ya es anticuado. Hoy se sabe que las cosas vienen una tras otra, en lenta evolución. El mismo mundo surgió de una explosión-.
El científico ateo no desistió de sus posiciones de modo que el otro se retiró pensativo y sin más que hablar.
Por la tarde, cuando los científicos volvieron a la sala de convenciones para una nueva sesión de debates, todos se maravillaban con una maqueta del sistema solar que el científico cristiano puso sobre la mesa.
Más tarde, llegó el sabio ateo. Sus ojos se abrieron al ver la bellísima miniatura planetaria en el centro de la mesa:
- ¿De quién es este prodigio? -preguntó admirado.
- Es del científico con quien discutió esta mañana-, alguien respondió.
Entonces, volviéndose a su colega creyente, le preguntó:
- ¿Cómo construyó esa maqueta tan bella?-
- No construí nada -respondió el científico cristiano. Sólo tenía unos restos de escombros en mi laboratorio, hasta que un día... el laboratorio explotó. ¡Booom! Eso fue todo, y me salió este bello ingenio.
No fue necesario decir nada más. La controversia de la mañana estaba resuelta. Las maravillas de la sabiduría de este mundo creado no pueden ser sino señal y obra de una inteligencia maravillosa.
"Al que hizo los cielos con entendimiento" (Salmos 136:5).

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