Ídolos y tesoros

Se cuenta que cuando Mahoud, el conquistador de la India, dominó la ciudad de Gujarat, los ídolos fueron despedazados, conforme a la voluntad del gran guerrero. Mahoud llegó a los pies de un ídolo de quince metros de altura, pero ante los gritos de los monjes de aquel lugar se detuvo; éstos le suplicaban que no despedazara a su dios. Pero Mahoud no se conmovió. Levantó el martillo y con varios golpes deshizo la imagen.
¡Qué sorpresa! Mientras el ídolo era golpeado, caían de dentro de él perlas y diamantes, que rodaban hasta los pies del bravo conquistador. El inmenso tesoro fue descubierto cuando el martillo tocó al ídolo para reducirlo en pedazos.
Esta historia contiene un principio importante: si no despedazamos los "ídolos" en nuestra vida, el tesoro jamás será nuestro. Las riquezas de Cristo aumentan en nuestro corazón conforme destruimos a los ídolos que lo ocupan. En verdad, cualquier cosa que no sea el Dios verdadero puede ser un ídolo para nosotros. Aquella cosa invisible, aquel amor oculto que sólo nosotros sabemos, puede estar ocupando el lugar del Señor en nuestro corazón.
A veces una actitud drástica es necesaria. Quebremos los ídolos y veremos a Dios hacer llover Sus tesoros celestiales sobre nosotros.

(John Macneel)

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