Hemos llegado a la cuarta Sola, una enseñanza que, al igual que las demás Solas, forma parte de la columna vertebral de la fe cristiana: Solo en Cristo hay salvación. La palabra de Dios lo dice de esta manera: “Este
Jesús es la PIEDRA DESECHADA por vosotros LOS CONSTRUCTORES, pero QUE
HA VENIDO A SER LA PIEDRA ANGULAR. 12 Y en ningún otro hay salvación,
porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual
podamos ser salvos” (Hch 4:11-12).
Esta verdad es consistente con las palabras de Juan 14
con que iniciamos este artículo, y que forman parte de una larga
conversación que los discípulos tuvieron con el Señor la noche antes de
la crucifixión. Ese último momento debió de haber sido una noche pesada y
llena de confusión. La confusión entre ellos es reflejada por la
pregunta de Tomás en el v. 5: Señor, si no sabemos adonde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?, a
lo que Jesús responde con su afirmación de que Él es el camino, la
verdad y la vida. Él llevó a Tomás a hacer la pregunta que produjo esta
respuesta que Tomás y los demás necesitaban conocer. Ahora bien, ¿qué
nos estaba enseñando Jesús con estas palabras? Veamos cada una de estas
afirmaciones, y cómo se relacionan a Solus Christus.
Yo soy el camino
Antes de la caída, Adán tenía
acceso a la presencia de Dios; pero al pecar se desvió, y él y nosotros,
sus descendientes, perdimos el camino de regreso. Aunque Adán conocía
dónde estaba Dios, él perdió el "mapa" para regresar. En el proceso,
Satanás vino y cambió todos los letreros de las carreteras y colocó
múltiples nuevos letreros que dicen: "Moralidad", "Filosofía",
“Superación personal”, “El poder de tu mente”, "Tu mejor esfuerzo", y a
todos les colocó debajo el sub-título “Hacia Dios”. Pero ninguno de
ellos podía llevar a Dios. Lo único que puede ayudarnos es una persona
que haya venido de allá, que conozca el camino y nos lleve hasta allá; y
esa persona es Jesús (Jn. 3:13
). Las demás religiones te ofrecen sabiduría humana envuelta en un
lenguaje místico, que le es atractivo al hombre en su condición caída.
Jesús nos ofrece una relación personal a través de la cual vamos siendo
transformados a su imagen.
Se cuenta que en una ocasión un
viajero contrató un guía para que lo condujera a través de un área
desierta. Cuando llegaron al comienzo del desierto, el viajero vio que
toda la arena lucía igual, y que no habían huellas por ningún lugar. El
viajero preguntó: "¿Dónde está el camino para transitar por el
desierto?", a lo que el guía le respondió: Yo soy el camino. Así ocurre
con Jesús[1].
Yo soy la verdad
Todos los demás caminos prometen
llevar al hombre a Dios, pero le mienten y le engañan. Cuando Adán
calló, él cayó, porque creyó una mentira; y desde entonces él perdió su
habilidad de diferenciar la verdad de la mentira. Esta es la razón por
la que los descendientes de Adán hemos creído tantos engaños. Por tanto,
el Cristo decir la verdad no iba a ser suficiente, porque nosotros no
sabríamos cómo diferenciarla de la mentira. De ahí que Cristo no vino
solo a decir la verdad, sino a encarnarla, para que nosotros que no
sabemos discernir la verdad del error, podamos encontrarla en su
persona.
Yo soy la vida
Al Adán caer, las consecuencias de
su caída fueron devastadoras, hasta el punto que la Biblia nos informa
que quedamos muertos en delitos y pecados; lo cual nos imposibilitaba el
regresar a casa. Eso hizo necesario que Cristo viniera y se
identificara como la vida en quien nosotros podemos resucitar.
Cuando Dios creó a Adán y a Eva,
en medio del huerto había un árbol del cual ellos no podían comer.
¿Recuerdan el nombre del árbol? “El árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y el mal”, (Gn.2:17).
El primer Adán perdió la vida al desobedecer; ahora en el segundo Adán
el hombre recobra la vida. Es increíble cómo en el huerto del Edén Dios
le prohíbe a Adán y a Eva comer del árbol de la vida, pero ellos
decidieron comer. Sin embargo, en el NT, Cristo se ofrece como el pan de
vida, como el árbol de la vida del cual todos podemos comer, pero el
hombre no quiere comer de Él.
Pudiéramos resumir lo que hemos dicho hasta ahora de esta manera:
ü Cristo es el camino que hay que seguir.
ü Él es la verdad encarnada que tenemos que creer.
ü Él es la vida que tenemos que vivir.
El único camino, pero no el más transitado
Si bien Jesús es el único camino
al Padre, Él no es la vía más transitada. Hay tres caminos que el hombre
regularmente ha decidido seguir[2]:
El primero es el camino de la naturaleza.
Aquellos que dicen: "yo adoro a Dios en la naturaleza", "yo adoro a
Dios jugando golf". Y no dudamos que adoren a dios, excepto que el dios
que esos adoran no se llama Jehová o Cristo, sino que adoran al dios
naturaleza, o al dios golf, o al dios YO. Y eso es idolatría; una
abominación a los ojos del Dios verdadero.
El camino de la moralidad.
Muchos piensan que si vivimos una vida buena, eso nos ganará el cielo.
¡Y es cierto! El problema es que no ha habido una sola persona, ni la
habrá, que pueda vivir esa vida buena, porque la palabra revela que no
hay una sola persona justa fuera de la persona de Jesús. Pablo lo
expresa de esta manera: “como está escrito:
NO HAY JUSTO, NI AUN UNO; 11 NO HAY QUIEN ENTIENDA,
NO HAY QUIEN BUSQUE A DIOS; 12 TODOS SE HAN DESVIADO, A UNA SE HICIERON INUTILES;
NO HAY QUIEN HAGA LO BUENO,
NO HAY NI SIQUIERA UNO” (Ro. 3:10-12).
De manera que aquellos que están
confiando en su moralismo entran a la condenación creyendo todo el
tiempo que serían salvos. Su “buena vida” los hizo perder. Hay una sola
cosa peor que estar perdido sin Dios y es estar perdido y creer estar en
el camino correcto.
El camino de la religión.
Este es el tercero de los caminos del hombre, donde están los que
dicen: si voy el domingo, doy mi diezmo, y participo en algunas de las
actividades de la iglesia, tengo el cielo garantizado. Estos mueren y
entran a una eternidad de condenación siendo súper religiosos, pero no
convertidos, ni transformados. No importa si el camino es el del
Hinduismo, que afirma que al final de mis reencarnaciones me uniré a
Brahma; o si sigo los ocho pasos del Budismo, tratando de deshacerme de
mis deseos egoístas; o si sigo el camino de la obediencia a Alá… al
final todos estos nos dejan perdidos en el desierto, y al morir termino
en la condenación eterna.
Cuando la verdad se encarnó en la persona de Jesús, todo sistema religioso, incluyendo el judaísmo, quedó reemplazado.
Mientras que Confucio dijo: Yo nunca dije que era santo.
Jesús preguntó: ¿Quién me acusa de pecado? (Jn. 8:46 ) ¿Y la respuesta fue? Nadie.
Mientras que Mahoma dijo: Si Dios no tiene misericordia de mí, no tengo esperanza.
Cristo dijo: El que obedece al Hijo tiene vida eterna (Jn. 3:36 ).
Mientras que Buda dijo: soy alguien en búsqueda de la verdad.
Cristo dijo: Yo soy la verdad (Jn. 14:6 )
Confucio enseñó por unos veintidós
años. Mahoma por un tiempo similar. Buda enseñó unos veinticinco años.
Entre los tres enseñaron casi setenta años. Jesús enseñó sólo por tres
años, pero ningún otro personaje de la historia ha impactado el curso de
la civilización como lo hizo este hombre en tres años de enseñanza y
dos mil años de impacto. Confucio murió divorciado; Mahoma tuvo 11
esposas y muchas concubinas, a pesar de que el Corán solo permite 4;
Buda abandonó a su esposa y a su hijo. Sin embargo, Cristo murió sin
pecado.
Jesús fue enterrado un viernes y
resucitó el domingo, cumpliendo su propia profecía, algo que ningún otro
ha podido hacer. Cristo no solo dijo ser el camino, la verdad y la
vida, sino que también dijo “…Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn. 11:25 ). Y porque Él vive, yo también viviré.
[1]Michael Green, Illustrations for Biblical Preaching, (Grand Rapids: Baker Book House, 1982,),421.
[2]Montgomery Boice, James; The Gospel Of John, Vol 4, (Grand Rapids: Baker books, 1999), 1083-1085.
Fuente: www.integridadysabiduria.org
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