 "Porque de El, por El y para El son todas las cosas. A El sea la gloria para siempre. Amén", (Romanos 11:36)
"Porque de El, por El y para El son todas las cosas. A El sea la gloria para siempre. Amén", (Romanos 11:36)   
Hemos llegado a la última de las Solas, 
Soli Deo Gloria: para la gloria de Dios solamente. La idea detrás de 
este principio es doble: en primer lugar, esta enseñanza nos deja ver 
que la razón por la cual Dios hace todas las cosas es para su propia 
gloria. En segundo lugar, esta Sola nos enseña que nosotros deberíamos 
hacer todas las cosas para la Gloria de Dios.
El texto con el que iniciamos esta entrada lo resume bastante bien. Como otros han observado, las frases “de Él”, “por Él” y “para Él”
 encierran todo el contenido de este capítulo 11 de la epístola a los 
Romanos. Si alguien quiere una respuesta corta de por qué las cosas 
tienen que ser para la gloria de Dios, la razón es muy sencilla, y está 
resumida en tres proposiciones de este solo versículo: de, por y para. Tomemos la primera frase:
“De Él”:Todo
 es de Él porque Él es el propietario de todas las cosas. David 
reconoció esa gran verdad en el Salmo 24:1, “Del SEÑOR es la tierra y 
todo lo que hay en ella; el mundo y los que en él habitan”. Además, todo
 es de Él porque de Él provienen todas las cosas. Hasta la lluvia y el 
sol que el impío recibe, la recibe por la gracia de Dios. "¿Qué tienes 
que no recibiste?", pregunta el apóstol Pablo en 1 Corintios 4:7 .
“Por Él”: Todo ha sido hecho por Él y todo es sustentado por Él. Juan 1:3 , Hebreos 1:3  y Colosenses 1:17  respaldan esta idea.
“Para Él”: Colosenses 1:16  dice que el Padre hizo todo para el Hijo, y por otro lado 1 Corintios 15:28  dice que cuando el Hijo termine de hacerlo todo, Él le devolverá todo al Padre para que “Dios sea todo en todos”.
Cuando Dios demanda su gloria
Cuando Dios demanda que la gloria sea 
dada solamente a Él, Él no está tratando de llamar la atención. Dios 
está satisfecho en su propia perfección, por lo que no necesita nada. Él
 no está buscando que lo aplaudan y lo alaben, puesto que después de 
nosotros aplaudir a Dios, nos quedamos cortos del tributo que Él se 
merece. Dios no tiene necesidad de algo tan imperfecto y tan inferior 
como la adoración que nosotros podemos rendirle. Esto no quiere decir 
que Él no la disfruta sino que no la necesita. Dios 
disfruta de nuestra adoración de la misma manera que un padre se 
complace en sus hijos cuando estos han asimilado bien sus buenas 
enseñanzas y las reflejan en sus vidas. En el caso de Dios, mientras 
mejor adorador soy, más cerca de la imagen de Su Hijo estoy. Y mientras 
más cerca de esa imagen me encuentro, mejor reflejo el propósito para el
 cual Él me creó. Y mientras más cerca de ese propósito me encuentro, 
más plenitud de vida disfruto. Y mientras más plenitud tengo, más gozo 
experimento. Y mientras más gozo experimento en Dios, más glorifico su 
ser. Como bien dice John Piper, "Dios es más glorificado en nosotros, cuando estamos más satisfechos en Él".
En más de una ocasión personas me han 
preguntado que si no es egoísta de parte de Dios el que todo sea para su
 gloria. Y nos hacemos esa pregunta por una razón muy sencilla: nosotros
 pensamos que Dios es como nosotros (Salmo 50:21). Cuando alguien hace 
algo y luego insiste en llevarse todo el crédito, esa actitud nos 
molesta, porque entendemos que esa persona está poniendo de manifiesto 
su orgullo. En realidad sabemos que él o ella no merece todo el crédito.
 Pero cuando Dios exige su gloria, El es merecedor de todo el crédito 
porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. Veamos una 
ilustración más: Si Dios dijera mañana que Él es el ser más glorioso que
 existe, eso no sería orgulloso de su parte, y no lo es porque es 
cierto; decir lo contrario sería mentir.  
Ahora bien, que Dios exija que las cosas
 sean hechas para su gloria no significa de ninguna manera que Dios sea 
egoísta. ¿Cómo lo sabemos?Contestemos esa pregunta con otra pregunta: 
¿cómo saben los hijos que un buen padre no es egoísta cuando le piden 
que le respeten y le honren? Lo saben porque los padres se pasan la vida
 trabajando para ellos, y se pasan la vida proveyendo para ellos. Pero 
supongamos que un hijo estuviese padeciendo de una enfermedad mortal, y 
que para que él poder vivir, el padre tuviera que dar su sangre y morir,
 a lo que él accede. ¿Podría ese hijo acusar a su  padre de haber sido 
egoísta? ¡Claro que no! Eso y más, es lo que Dios ha hecho:
- Nos ha dado la vida.
- Sostiene nuestra vida.
- Nos ha dado los dones y talentos que usamos en esta vida.
- Ha provisto las oportunidades de la vida.
- Y como si eso no hubiese sido suficiente, Dios se dio a sí mismo cuando fuimos afectados por una enfermedad mortal, de la cual sólo podíamos salir si Él moría por nosotros, y Él lo hizo en la persona de su Hijo. Su muerte por nuestra vida.
¿Todavía tienes duda de si Dios es egoísta cuando exige que toda la gloria sea para Él?  
Para Su gloria, por nuestro bien.
Necesitamos entender que al Dios actuar 
para su propia gloria, los únicos beneficiados somos nosotros. Cuando 
Dios despliega su poder, nada es agregado a su ser, pero nosotros sí nos
 favorecemos de su poder, porque es su diestra la que nos ha sostenido. 
Igual sucede cuando Dios despliega su sabiduría; Él no se hace más 
sabio. O cuando nos da su gracia, Él no sufre ningún cambio ni para 
bien, ni para mal… Él es Dios. Esto merece que lo digamos otra vez: 
cuando Dios se glorifica a sí mismo, exhibiendo sus atributos, los 
beneficiados somos nosotros, sus criaturas.
Juan 17:1  dice: “Estas
 cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha
 llegado; glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a ti”.
 CuandoDios glorificó al Hijo, lo hizo en la cruz, y nosotros resultamos
 ser los principales beneficiarios de su muerte. En la cruz, el Padre 
mostró el amor y la gracia del Hijo hacia los pecadores. Cuando el Hijo 
glorificó al Padre, lo hizo en la cruz, cumpliendo la obra que le había 
dado y satisfaciendo su justicia. Y de nuevo, nosotros fuimos los 
beneficiados al no tener que ir a la condenación eterna.
Entonces, ¿cómo glorificamos a Dios?
Dijimos que cuando Dios muestra sus 
atributos, Él se está glorificando a sí mismo. La pregunta sería, ¿de 
qué manera podemos nosotros glorificar a Dios? La Biblia dice en 1 Corintios 10:31 , “Entonces, ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”.
 Hay muchas cosas en la vida del creyente que él no hace para la gloria 
de Dios. De hecho, con toda probabilidad, la mayoría de los creyentes no
 hacen la mayoría de las cosas de su vida para la gloria de Dios. 
Ganamos dinero no pensando cómo esto glorificaría a Dios, y gastamos 
dinero sin pensar cómo este gasto glorificaría a Dios. Más bien tendemos
 a pensar cómo va a satisfacer un deseo de mi carne. Nosotros somos 
seres egoístas aun a la hora de dar. Cuando damos a otros, damos y luego
 queremos que el otro nos lo agradezca, cuando en realidad si lo 
hubiésemos dado para la gloria de Dios, ni nos preguntaríamos si el otro
 lo agradeció o no, porque no lo dimos para eso en el primer lugar.
Entonces, ¿cómo le glorificamos? Podemos glorificar a Dios en adoración, cuando cantamos acerca de sus atributos. Podemos hacerlo en oración,
 cuando nos centramos en reconocer quién Él es, y reconocemos que Él es 
capaz de suplirnos, aun cuando no se lo pedimos, manifestando que es 
fiel y digno de confianza. Podemos glorificar a Dios cuando le amamos
 por encima de todas las cosas, porque con eso mostramos que Dios vale 
más que cualquier otra cosa en la vida, y que nadie puede competir con 
Él.
Ser agradecidos es otra
 forma en la que le damos gloria a Dios, porque ponemos de manifiesto 
que Dios no necesita tenernos en la abundancia para sentirnos 
satisfechos. En la escasez muchas veces Dios nos da más de Él, mostrando
 su suficiencia.
Una forma más de glorificarlo es cuando evitamos el pecado,
 reflejando su santidad en  nosotros. Pero cuando yo evito el pecado, 
Dios no se beneficia en nada; el beneficiado soy yo. Cuando evito la 
avaricia, me beneficio porque no termino esclavizado por el afán de 
hacer dinero. Cuando el dinero está en primer lugar, el dinero me 
esclaviza. Cuando el trabajo está en primer lugar, el trabajo me 
esclaviza. Cuando mis deseos sensuales están en primer lugar, la lujuria
 me esclaviza. Dios es el único ser que demanda estar en primer lugar 
sin esclavizarme; de hecho solo cuando lo tengo en primer lugar es que 
soy verdaderamente libre. 
También podemos glorificarle al ser altamente productivos. Ya Cristo lo dijo: “en esto es glorificado mi Padre en que llevéis mucho fruto” (Jn. 15:8). Filipenses 1:11  nos llama  a estar “llenos del fruto de justicia que es por medio de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios”.
 En este sentido, podemos glorificar a Dios usando nuestros dones y 
talentos de una manera que otros puedan entender que lo que hago con 
excelencia, lo hago porque Dios lo ha hecho posible. 
Por último, podemos glorificar a Dios como lo hicieron los mártires.
 Ellos defendieron Su verdad y murieron por Su causa. Sufrir por Su 
causa y darle gracias a Dios en medio del dolor son maneras 
extraordinarias de glorificar su nombre. Cristo lo hizo, Pablo lo hizo, 
los reformadores lo hicieron. Juan 9
  nos habla de una persona que nació ciega y estuvo ciega por años para 
que la gloria de Dios se manifestara en él. Cristo no vino con la 
intención de pasar por esta tierra con la menor cantidad de dolor 
posible. Cristo vino a desplegar la gloria de Dios sobre la tierra, 
independientemente de cuánto eso costara. Y al final le costó la vida.
Ahora, si no quieres glorificar a Dios 
de la manera que hemos venido describiendo, jamás podrás disfrutar de 
Dios de este lado de la gloria. ¿Por qué tiene que ser así? Por algo que
 el Catecismo de Westminster dice en su primera pregunta: "¿Cuál es el 
propósito número uno del hombre?" Respuesta: “Glorificar a Dios y gozar 
de Él para siempre”. Esas dos afirmaciones van de la mano: mi gozo 
depende de que yo le glorifique. Esto es importante: si no puedes 
gozarte en Dios y disfrutar de Él ahora, es porque la vida que estás 
llevando no le está glorificando. Es imposible vivir glorificando a Dios
 y no vivir en gozo. El gozo es el resultado natural de vivir una vida 
de plenitud en Dios glorificándole en lo que hago y en lo que dejo de 
hacer.
Con esta entrega finalizamos nuestras 
publicaciones acerca de las Cinco Solas de la Reforma. Estos cinco 
principios no constituyen toda la teología que el movimiento de La 
Reforma abrazó, pero sí resumen la columna vertebral de dicha teología. 
Las implicaciones de estas Solas van mucho más allá de lo que pudimos 
expresar en estas breves reseñas. Creo que si lo analizamos, bien todas 
las desviaciones doctrinales que hemos visto a lo largo de los años de 
una u otra manera están relacionadas a alguna mala interpretación a mala
 aplicación de uno de estos cinco principios. Eso nos da una idea de 
cuan importante es el poder entender y aplicar estas enseñanzas con 
precisión. 
Fuente: www..integridadysabiduria.org
 
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