"Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios" (Efesios 2:8)
Hace unos años se celebró en Inglaterra
un congreso de diferentes religiones, con la idea de reunir expertos en
distintos dogmas y comparar sus enseñanzas. En un momento dado, estos
expertos se preguntaron si el cristianismo tenía algo particular que no
pudiera encontrarse en ninguna otra religión. Pensaron en la
encarnación, pero otras religiones tenían a los dioses en formas
humanas. Mencionaron la resurrección, pero otras creencias cuentan de
personas habiendo resucitado. Mientras discutían, entró al salón C.S.
Lewis, uno de los grandes pensadores y defensores de la fe cristiana, y
preguntó que a qué se debía la discusión. Ellos le explicaron que
estaban discutiendo si había alguna contribución única de el
cristianismo, que no pudiera encontrarse en ninguna de las otras
religiones. Sin pensarlo dos veces, C.S. Lewis respondió: "¡Ah! Eso es
fácil: es el concepto de la gracia". Los llamados expertos tuvieron que
concluir que es cierto, que en ninguna otra religión Dios hace un
ofrecimiento de su amor y de su salvación completamente gratis, de forma
incondicional. Solo en el cristianismo se da esa condición. En todas
las demás religiones, el pecador necesita hacer algo (obras de algún
tipo) para obtener el favor de Dios. En la fe cristiana, el perdón de
Dios, y por tanto la salvación del hombre, es obra de un Dios soberano,
omnibenevolente y misericordioso, que otorga el perdón y el resto de sus
bendiciones a sus criaturas por la inmensidad de su gracia.
El apóstol Pablo pone de manifiesto de
una manera clara cómo Dios reveló que ciertamente la salvación es dada
por gracia, como vemos en este pasaje a los Efesios 2 :
“4 Pero Dios, que es rico en
misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, 5 aun cuando
estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con
Cristo (por gracia habéis sido salvados)(énfasis añadido)”.
Ese solo verso nos deja ver la base de
la salvación; pero luego cuando Pablo escribe a los romanos, años más
tarde, él explica de una forma llana cómo la gracia y las obras se
contraponen cuando de la salvación se trata. Leamos Romanos 11:5-6 :
“Y de la misma manera, también
ha quedado en el tiempo presente un remanente conforme a la elección de
la gracia de Dios. Pero si es por gracia, ya no es a base de obras, de
otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia;
de otra manera la obra ya no es obra”.
En este pasaje Pablo explica cómo si las
obras contribuyeran a nuestra salvación, en cualquier grado, entonces
lo obtenido deja de ser por gracia. Y si mi salvación es realmente por
gracia, ya entonces mis obras quedan excluidas.
Quizás uno de los conceptos más
pobremente entendidos es el de la gracia de Dios hacia los hombres.
Muchos que están dispuestos a afirmar que nuestra salvación es
enteramente por gracia a la vez están dispuestos a conceder algún rol a
nuestras obras. Por esa razón, antes de continuar debemos aclarar
primero lo que es la gracia, para luego poder entender mejor cómo llega
la salvación al hombre.
La gracia de Dios puede ser definida
como las riquezas de Cristo dadas a nosotros a expensas de Su
sacrificio. Otros han definido la gracia como el recibir aquello que no
merecemos… como es la gloria. Mientras que misericordia puede ser
definida como el NO recibir aquello que sí merecemos… como lo es el
infierno. No hay nada que podamos hacer para ganarnos la entrada al
reino de los cielos. Y la razón es muy sencilla: todas las facultades
del hombre están teñidas por el pecado, aún después de su regeneración:
sus emociones, su pensamiento, su hablar, sus motivaciones, sus
acciones... Por tanto, nuestras obras no pasarían el escrutinio de la
justicia perfecta de Dios.
Lamentablemente, al hombre se le hace
difícil concebir que no hay nada que él pueda hacer para contribuir a su
salvación, dado que prácticamente todo lo que él obtiene de este lado
de la gloria está relacionado a algún esfuerzo humano. Nos parecemos
mucho al niño de esta historia: este niño tenía unos 4 o 5 años y era
llevado siempre a la iglesia por sus padres. En aquella iglesia se
celebraba la comunión una vez al mes; el primer domingo de cada mes.
Este día, era la norma el tomar dos ofrendas en vez de una: la primera
se recogía antes del sermón, y la segunda se tomaba inmediatamente antes
de la comunión, y era una ofrenda que se recogía para el fondo de
benevolencia. Normalmente los padres daban dinero a su hijo para poner
en la primera ofrenda, pero no en la segunda. Un domingo ellos
decidieron darle dinero para poner en ambas ofrendas. Él pone su ofrenda
antes de la comunión, y cuando llega el tiempo de tomar la comunión, él
se para a tomarla, algo que nunca había hecho. Su madre lo detiene y le
dice: "¡Tú no puedes tomar la comunión todavía!", a lo que el niño responde: "¿Porqué no? ¡Ya yo pagué!".
Estamos tan acostumbrados a pagar, o a
recibir algún beneficio después de pagar, que no podemos concebir una
salvación “gratuita”. Gratuita para el hombre, porque lo que yo recibo
en Cristo, que es sin costo alguno, le costó la vida a mi Redentor. El
pago más alto que jamás se haya hecho en todo el universo, se pagó por
mi salvación.
La gracia de Dios es soberana
Si al hombre se le hace difícil concebir
una salvación por gracia, se le hace más difícil concebir una salvación
soberana. Cuando revisamos lo revelado por Dios en su palabra
descubrimos que su gracia es general para todos los hombres, como leemos
en Mateo 5:
45b: “porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre
justos e injustos. Pero Dios también ha revelado que hay una expresión
de su gracia que es especial para sus elegidos, y esa verdad es evidente
en múltiples pasajes distintos.
El Evangelio de Lucas nos dice lo siguiente en Lucas 4:25-27 : "En
Israel habían muchas viudas en el tiempo de Elías, y Dios decidió
enviar a Elías, no a las viudas de Israel, sino a una viuda en Sarepta,
la tierra de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del
profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el
sirio". Vemos aquí la gracia soberana de Dios al enviar a su
profeta, no a las viudas judías, sino a una viuda gentil. El pasaje
también nos dice que en esos mismos tiempos habían muchos leprosos en
Israel, y ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán el sirio. Eso es
gracia soberana porque unos la reciben y otros no, según quien la
otorga.
¿Cuál es la respuesta del hombre ante la
gracia soberana de Dios? La podemos ver en los versículos 28 y 29 de
este texto de Lucas, después que Jesús habló estas palabras: “Y
todos en la sinagoga se llenaron de ira cuando oyeron estas cosas, y
levantándose, echaron a Jesús fuera de la ciudad, y Lo llevaron hasta la
cumbre del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad para tirar a
Jesús desde allí”. El hombre no tolera que Dios elija
soberanamente cómo Él obrará, porque a la carne le gusta la idea de
dirigir su propio destino.
Quizás, el pasaje donde vemos más claramente el ejercicio soberano de la gracia de Dios es en Romanos 9 . Veamos:
“9 Porque esta es una palabra de
promesa: POR ESTE TIEMPO VOLVERE, Y SARA TENDRA UN HIJO. 10 Y no sólo
esto, sino que también Rebeca, cuando concibió mellizos de uno, nuestro
padre Isaac 11 (porque aún cuando los mellizos no habían nacido, y no
habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios
conforme a su elección permaneciera, no por las obras, sino por aquel
que llama), 12 se le dijo a ella: EL MAYOR SERVIRA AL MENOR. 13 Tal como
está escrito: A JACOB AME, PERO A ESAU ABORRECI”.
El Señor eligió a uno sobre otro desde
antes de nacer; anterior a cualquier acción de parte de estos dos
mellizos, para mostrar su soberanía en la elección de Jacob sobre Esaú…
no basado en sus obras, sino en el propósito de Dios, como revela el
mismo pasaje. El apóstol Pablo, como buen polemista que fue, anticipa
los cuestionamientos de sus opositores y continúa su disertación de esta
manera:
14 ¿Qué diremos entonces? ¿Que
hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! 15 Porque El dice a Moisés:
TENDRE MISERICORDIA DEL QUE YO TENGA MISERICORDIA, Y TENDRE COMPASION
DEL QUE YO TENGA COMPASION. 16 Así que no depende del que quiere ni del
que corre, sino de Dios que tiene misericordia. 17 Porque la Escritura
dice a Faraón: PARA ESTO MISMO TE HE LEVANTADO, PARA DEMOSTRAR MI PODER
EN TI, Y PARA QUE MI NOMBRE SEA PROCLAMADO POR TODA LA TIERRA. 18 Así
que del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece.
Con esto, Pablo pone de manifiesto que
Dios no le debe misericordia a ningún ser humano, porque la raza ya está
bajo juicio a partir de la caída de Adán. Lo justo sería enviar a la
raza entera al infierno, y nadie tendría el derecho de cuestionar a
Dios. Pero en vez de hacer eso, Dios envía a un grupo de personas a la
gloria que no merecían, y cuando lo hace, lo hace exclusivamente por su
gracia.
Muchos preguntarían entonces, si es por
gracia, ¿por qué Dios todavía hace al hombre responsable? Esa es la
pregunta que Pablo anticipa y que él mismo responde inspirado por el
Espíritu Santo:
19 Me dirás entonces: ¿Por qué,
pues, todavía reprocha Dios? Porque ¿quién resiste a su voluntad? 20 Al
contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá
acaso el objeto modelado al que lo modela: Por qué me hiciste así?
Con estas palabras Pablo silencia a sus
opositores y deja ver que el hombre, que no ha creado el mundo, que no
ha redimido al mundo y que no entiende los propósitos de Dios, no está
en una posición de cuestionar al Dios soberano del cielo y de la tierra.
Solamente por gracia es una de las
grandes doctrinas de la Biblia que necesita ser proclamada en cada
generación tan claramente como sea posible. Si abandonamos esta doctrina
convertimos al hombre en merecedor, lo cual es contrario a la
revelación bíblica. Debemos sentirnos altamente agradecidos de nuestro
Dios que en su gracia suplió un Redentor para nosotros, y por su sangre
nos dio vida cuando estábamos muertos en delitos y pecados.
Fuente: www.integridadysabiduria.org
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