“Porque concluimos que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la ley”, (Romanos 3:28)
Sola Fide es la segunda de las 5 SOLAS
de la reforma. La expresión significa salvación por fe solamente, o
dicho de una manera más teológica, justificación solo por fe. Esta
doctrina es de suma importancia: Lutero decía que Sola fide era el
artículo sobre el cual la Iglesia se mantiene en pie o se derrumba. El
no creer esta doctrina no solo me deja sin salvación, sino que llevaría a
la Iglesia a su ruina. Lo que creamos acerca del rapto de la iglesia no
necesariamente tiene un efecto sobre nuestra salvación; pero ese no es
el caso con Sola Fide. Esta doctrina es la columna vertebral de la fe
cristiana. Esta es la doctrina que la iglesia de Roma no cree, ya que
aún al día de hoy enseñan que la salvación se obtiene a través de la fe
más las obras que hacemos. Y fue esta doctrina, junto con la doctrina de
Sola Escritura que vimos en la entrada pasada, las que hicieron que los reformadores rompieran con la iglesia a la cual habían pertenecido por años.
Lutero y Sola Fide
Curiosamente, aunque Lutero terminó
defendiendo esta doctrina con su propia vida, no fue así desde el
principio. Lutero fue alguien que tempranamente comprendió de la
justicia perfecta de Dios, antes de creer en la doctrina de la salvación
por fe solamente o Sola Fide. Lutero vivió atormentado por sus pecados,
y vivía aterrorizado pensando en su posible condenación. No podía
dormir tranquilo meditando en la justicia perfecta de Dios, que de
ninguna manera él encontraba cómo satisfacer.
Lo que más molestaba a Lutero era el
hecho de que, a pesar de haber sido un monje impecable, no encontraba
paz para su alma; lo que le llevó a confesarse hasta dos y tres horas
diariamente. Lutero describió este período de su vida como uno de gran
desesperación. Él dijo haber perdido el contacto con el Cristo Salvador y
Consolador de su vida, quien se convirtió en su carcelero y torturador
de su alma[1].
Esto llegó a atormentarle tanto que cuando alguien le preguntó en un
momento de su vida si él amaba a Dios, Lutero respondió: “¿Amar a
Dios?...¡a veces, yo lo odio!”.
En 1516, mientras enseñaba el libro de
Romanos, Lutero llegó a entender la esencia del evangelio, el mensaje de
las Buenas Nuevas, y comprendió finalmente que “el justo por la fe vivirá”, Romanos 1:17 . Esta verdad ya había sido proclamada en el Antiguo Testamento, como vemos en Habacuc 2:4 .
Entendida esta verdad, Lutero llegó a expresar lo siguiente:
“Finalmente, meditando día y noche, por la misericordia de Dios,
yo…comencé a entender que la justicia de Dios es aquella a través de la
cual el justo vive como un regalo de Dios, por fe…con esto me sentí como
si hubiese nacido de nuevo por completo, y que hubiese entrado al
paraíso mismo a través de las puertas que habían sido abiertas
ampliamente”[2].
Más el justo por la fe vivirá
Si le preguntáramos a cualquier
transeunte de qué forma él o ella piensa ir al cielo, con mucha
probabilidad te dirá algo como esto: “Bueno, yo no he matado a nadie,
nunca he robado, nunca le he sido infiel a mi esposa…es posible que haya
dicho algunas mentiras, pero realmente, ¿quién no las ha dicho? No soy
el más santo de todos, pero tampoco soy el peor; de manera que espero
que Dios pueda tomar eso en cuenta”. Palabras similares a estas son
empleadas con frecuencia por aquellos que viven a nuestro alrededor
cuando se le cuestiona acera de la próxima vida. Pero esto dista mucho
de las enseñanzas de la Palabra. El apóstol Pablo escribió en Romanos 3:20 que “por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de El…”.
En otras palabras, ninguna de las obras que hacemos tienen el peso para
darme entrada ante el trono de Dios. Notemos cómo en un momento dado,
el pueblo hebreo se había desviado tanto del camino que Dios dijo a
través del profeta Isaías, en Isaías 64:6 ,
que sus mejores obras eran como trapos de inmundicia. En el original,
la frase traducida como trapos de inmundicia hace referencia a paños que
han sido usados para la menstruación. Así lucen mis obras cuando pasan
por el escrutinio de la justicia de Dios. Y esas son mis mejores obras;
imaginémonos ahora las peores.
Lutero, entendió eso, y casi perdió la
cabeza, puesto que la idea de permanecer bajo condenación le atemorizaba
grandemente, conociendo a la vez que le era imposible vivir una vida
perfecta que le permitiera entrar a la presencia de Dios. Finalmente,
Lutero entendió que era posible tener un carácter moral perfecto para
entrar a la presencia de Dios, pero que ese carácter moral perfecto no
lo adquiero yo a través de mis obras de santificación, porque ninguna de
mis obras es perfecta para pasar el estándar de Dios. Esa rectitud
moral me la da Cristo y me la da la por la fe puesta en Él. Romanos 3:21-22 nos dice: “Pero
ahora, aparte de la ley, la rectitud moral de Dios ha sido manifestada,
atestiguada por la ley y los profetas; es decir, la rectitud moral de
Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen”.
La rectitud moral de Dios se manifestó ahora aparte de la ley; la ley
no me la puede dar. Pero es una rectitud moral que yo obtengo por medio
de la fe en Jesucristo, como dice el versículo 21. De ahí la frase Sola
Fide, o solo por fe.
El día que Cristo murió, mis pecados le
fueron cargados (imputados) a su cuenta de una manera real. Por eso
Cristo sufrió un puro infierno en la cruz, un infierno de dolor y de
separación temporal del Padre, expresado en su grito: “Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado”.
De esa misma manera, el día que yo deposito mi fe en Cristo como mi
Señor y Salvador, su carácter moral perfecto me es cargado a mi cuenta. A
esto que acabamos de explicar es que llamamos la doble imputación en
teología.
Allí en la cruz, mis pecados le fueron
imputados a Cristo, y su santidad o carácter moral me es cargado a mi
cuenta, lo cual ocurre el día que yo le entrego mi vida. Como resultado,
ocurren dos cosas:
- Yo quedo sin deuda.
- Yo adquiero una santidad ajena, que me ha sido otorgada al yo creer en Cristo como Señor y Salvador. Esa santidad es la santidad de Cristo.
Como mencionamos anteriormente, Sola Fide no es una idea nueva; eso fue exactamente lo que ocurrió cuando Abraham creyó. Génesis 15:6
dice que Abraham creyó y le fue contado por justicia. Recuerde que la
palabra justicia hace alusión al carácter moral de Dios. Entonces, lo
que Génesis 15:6
dice es que Abraham creyó y, al creer, su fe le fue contado por
carácter moral, siendo entonces justificado por la fe depositada en
Dios. En otras palabras, la razón de la salvación de Abraham no fueron
sus obras, en lo más mínimo, sino su gran fe; la fe que depositó en el
Dios de su salvación. Y esa fe hizo que Dios lo considerara como si
fuera justo, aunque no lo era. Por eso los reformadores insistieron en
que la salvación es solamente por fe. Ahora esa fe si es verdadera,
estará adornada por obras; no hechas para obtener salvación, sino hechas
como evidencia de la salvación ya recibida. De ahí la frase: salvación solo por fe, pero no fe sola.
Ahora, para que no lo olvidemos,
salvación por fe solamente no es lo mismo que cuando alguien se para y
hace una profesión de fe. Muchos son los que han hecho una profesión de fe, pero no tienen posesión
de esa fe. Una simple oración para recibir al Señor, hecha de los
labios para fuera, no me va a limpiar de mis pecados. La fe que limpia
de pecados necesita de tres elementos:
1. La fe que me salva
necesita conocimiento de lo que Cristo hizo por mí; de lo que hemos
venido explicando. Eso es lo que los reformadores llamaron en latín, notitia,
que hace referencia al conocimiento que tengo de todo lo que hemos
venido explicando. De manera que mi fe no puede ser irracional, ilógica;
ni es tampoco fe en la fe.
2. La fe que salva necesita poseer convicción de la verdad; convicción de que Cristo es el único nombre dado a los hombres por medio del cual pueden ser salvos (Hechos 4:12 ), y de que Él es el camino, la verdad y la vida, (Juan 14:6 ). Esto es que los reformadores llamaron assensus, de
donde viene la palabra asentir, en el sentido que yo tengo que asentir o
afirmar con convicción lo que la verdad es, como Dios la ha revelado.
Pero eso no es suficiente. Los demonios
tienen notitia o conocimiento de que Cristo es el Salvador; y ellos
tienen assensus, esto es, ellos están convencidos de que Cristo es el
Salvador del mundo: lo saben mejor que nosotros. Por eso dice Santiago
que los demonios creen y tiemblan (Stg. 2:19). Lo que ellos no tienen es el tercer elemento:
3. Fiducia: confianza en Cristo. Ellos no han depositado esa confianza en el Señor y por eso permanecen condenados.
Para ser salvo necesitas absoluta
confianza en que la santidad de Cristo imputada a tu persona es lo único
que te puede calificar para entrar al reino de los cielos, y eso ocurre
el día que te arrepientes de todo corazón, pides perdón por tus pecados
basado en el sacrificio de Cristo y le entregas tu vida a Dios y
recibes la suya; la vida eterna que Él te regala. Esto es lo que
significa Sola Fide. En la próxima entrada estaremos observando la razón
de nuestra salvación: Sola Gratia.
[1] Kittelson, James: “Luther The Reformer”, Minneapolis: Augsburg Fortress Publishing House, 1986, 79.
[2] (Obras de Lutero, vol. 34, 337).
Fuente: www.integridadysabiduria.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario