Por ejemplo, imaginemos que una persona engaña con sus impuestos.
¿Por qué lo hace? Bueno, dices, porque es un pecador. Sí, pero, ¿por qué
el pecado toma esa forma? La respuesta de Lutero sería que el hombre
sólo engaña porque está haciendo del dinero y las posesiones – y el
estatus y la comodidad de tener más – algo más importante que Dios y su
favor. O digamos que una persona miente a un amigo en vez de perder su
prestigio delante de él por algo que ha hecho. En este caso, el pecado
subyacente es hacer de la aprobación humana o de la reputación algo más
importante que la justicia que tienes en Cristo. La Biblia, por tanto,
no considera la idolatría como un pecado entre muchos (y un pecado
extraño que solo se encuentra en gente primitiva). En vez de eso, todos
nuestros fracasos en confiar plenamente en Dios o vivir de manera justa
tienen como raíz la idolatría – algo que hacemos a lo que damos más
importancia que a Dios…
Siempre hay alguna razón para cometer un pecado. Bajo nuestros pecados se esconden deseos idólatras.
Siempre hay alguna razón para cometer un pecado. Bajo nuestros pecados se esconden deseos idólatras.
La idolatría en la cultura postmoderna:
La enseñanza bíblica acerca de la idolatría es de mucha ayuda para la
evangelización en un contexto postmoderno. La forma típica en la que
los cristianos definen el pecado es desobedecer la ley de Dios. Está
claro que explicado de forma adecuada esa es una definición correcta y
suficiente. Pero la ley de Dios incluye tanto pecados de omisión como de
acción, e incluye tanto las actitudes de nuestro corazón como nuestra
conducta. Esas actitudes incorrectas son normalmente deseos y
motivaciones desenfocados – formas de idolatría. Sin embargo, cuanto más
nos oigan nuestros oyentes definir el pecado como “desobedecer la ley
de Dios”, todo el énfasis en sus mentes recae sobre lo negativo (pecados
de acción) y en lo externo (comportamiento en vez de actitudes). Por lo
tanto hay razones importantes que nos indican que “desobedecer la ley”
no es la mejor manera de definir el pecado para los oyentes
postmodernos. Normalmente empiezo a hablar del pecado a un no cristiano
joven y urbano de esta manera:
“El pecado no es sólo hacer cosas incorrectas, es fundamentalmente convertir cosas buenas en sí mismas en lo más importante. El pecado es construir tu vida y tu significado en cualquier cosa, incluso cosas buenas, en vez de en Dios. Aquello sobre lo que construimos nuestra vida nos va a conducir y nos esclavizará. El pecado es sobretodo idolatría.”
“El pecado no es sólo hacer cosas incorrectas, es fundamentalmente convertir cosas buenas en sí mismas en lo más importante. El pecado es construir tu vida y tu significado en cualquier cosa, incluso cosas buenas, en vez de en Dios. Aquello sobre lo que construimos nuestra vida nos va a conducir y nos esclavizará. El pecado es sobretodo idolatría.”
¿Por qué es ésta la mejor forma? Primero, esta definición de pecado
incluye a un grupo de gente al que los postmodernos conocen muy bien. La
gente postmoderna cree de forma acertada que muchos males han sido
llevados a cabo por gente religiosa con pretensiones de superioridad
moral. Si decimos “el pecado es desobedecer la ley de Dios” sin un buen
trabajo explicativo, parece que la gente “farisea” que han conocido
tienen la aprobación de Dios y la mayor parte de la otra gente no. Está
claro que los fariseos son bastante exigentes en su obediencia a la ley
moral, y por tanto (para el oyente) parecen ser la verdadera esencia de
lo que debería ser un cristiano. Un énfasis en la idolatría acaba con
este problema. Como Lutero señala, los fariseos, aunque no reverencian a
ídolos literales, están mirando a sí mismos y a su bondad moral para
conseguir su justificación, y por lo tanto están desobedeciendo el
primer mandamiento. Su moralidad era una motivación auto-justificadora y
por lo tanto patológica espiritualmente. En el centro de toda su
obediencia a la ley estaban en realidad rompiendo las más fundamentales
de todas las leyes. Cuando damos definiciones y descripciones del pecado
a la gente postmoderna, lo debemos hacer de manera que no sólo rete a
las prostitutas a cambiar, sino también a los “fariseos”.
Hay otra razón por la que necesitamos una definición diferente del
pecado para la gente postmoderna. Los postmodernos son relativistas, y
en el momento que dices, “Pecado es romper los estándares morales de
Dios”, ellos contestarán, “Bueno, ¿pero quién dice qué estándares
morales son los correctos?¡Cada persona tiene los suyos! ¿Qué hace
pensar a los cristianos que los suyos son los únicos estándares morales
correctos?” La forma habitual de responder a esto es desviar el tema
desde la presentación del pecado y de la gracia hacia una discusión
apologética sobre el relativismo. Está claro que la gente postmoderna
debe ser desafiada en su idea demasiado blanda de la verdad, pero creo
que hay una manera de seguir hacia delante y realmente hacer una
presentación creíble y convincente del Evangelio antes de meternos en
temas de apologética. Yo lo hago así, cojo una página del libro de Soren
Kierkegaard, La enfermedad mortal, y defino el pecado como construir tu
identidad – tu autoestima y felicidad –en cualquier cosa que no sea
Dios. En vez de decirles que están pecando porque duermen con sus novias
o novios, les digo que están pecando porque están mirando a sus
carreras y relaciones para que los salven, para que les den todo lo que
deberían buscar en Dios. Esta idolatría lleva a la desorientación, a
adicciones, ansiedad severa, obsesión, envidia de los demás, y
resentimiento. Me he dado cuenta de que cuando describes sus vidas en
términos de idolatría, la gente postmoderna no ofrece mucha resistencia.
Dudan de que exista alguna alternativa a este estilo de vida, pero
admiten tímidamente que eso es lo que están haciendo. También me he dado
cuenta de que eso hace el pecado algo más personal. Convertir a algo en
un ídolo significa darle el amor que deberías estar dándole a tu
Creador y Sustentador. Describir el pecado no sólo como la violación de
la ley sino también como amor es más convincente. Naturalmente que una
descripción completa del pecado y de la gracia incluye reconocer nuestra
rebelión contra la autoridad de Dios. Pero me he dado cuenta de que si
la gente es convencida de que su pecado es básicamente idolatría y amor
mal orientado, es más fácil mostrarles que uno de los efectos del pecado
es no querer reconocer su hostilidad hacia Dios. De alguna forma, la
idolatría es como la adicción pero a escala mayor. Estamos atrapados por
nuestros ídolos espirituales tal como la gente está atrapada por la
bebida y la droga. Vivimos sin reconocer hasta qué punto llega nuestra
rebelión contra el gobierno de Dios tal como los adictos viven en la
negación de hasta qué punto están pisoteando a sus familias y seres
queridos.
El tema bíblico de la idolatría tiene muchas más implicaciones para
el ministerio en una sociedad postmoderna que lo que hemos discutido. No
sólo es una clave para el evangelismo, también es crucial para el
discipulado y la consejería, como David Powlison ha mostrado en sus
muchos escritos sobre el tema. (Ver su accesible ensayo “Idols of the
Heart and Vanity Fair”, disponible en varios sitios web ).
Los calvinistas holandeses han mostrado que la mejor manera de
analizar las culturas es identificando sus ídolos colectivos. De hecho,
cada campo de trabajo y de estudio tiene sus ídolos dominantes, como los
tienen los partidos políticos y las ideologías. Mientras las sociedades
seculares convierten en ídolo a la razón humana, otras sociedades más
tradicionales convierten en ídolo a la familia o a la pureza racial. En
sus recientes memorias, Easter Everywhere (memoir), Darcey Steinke nos
cuenta cómo ella, la hija de un ministro luterano, dejó su profesión de
fe cristiana. Trasladándose a New York entró en una vida en la que iba
de club en club y vivía marcada por la obsesión sexual. Escribió varias
novelas. Sin embargo, continuó sintiéndose extremadamente inquieta y
vacía. En la mitad del libro cita a Simone Weil resumiendo el tema más
importante en su vida: “uno tiene que escoger entre Dios y la
idolatría”, escribió Weil. “Si uno niega a Dios… está adorando a algunas
otras cosas de este mundo en la creencia de que uno las ve como
simplemente eso, pero de hecho, aunque sin ser consciente de ello,
imaginando los atributos de la Divinidad en ellas”. Stephen Metcalf,
escribiendo una reseña de la memorias en el New York Times llama a la
cita de Weil “extraordinaria”. Esto da testimonio de lo penetrante que
puede ser el concepto de idolatría para la gente postmoderna.
Tomado de kerigma.net.
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