Un vecino me había dicho más de una vez: «Quizás usted tenga
necesidad de Dios, pero yo no lo necesito». Cierta mañana lo hallaron
muerto al pie de su cama.¡Qué terrible final! “Perecerá el hombre, ¿y
dónde estará él?” (Job 14:10). El polvo vuelve a la tierra… y el
espíritu vuelve a Dios (Eclesiastés 12:7).
Este Dios, de quien mi vecino se apartó durante toda su vida, “tiene potestad en la tierra para perdonar pecados” (Mateo 9:6).
Dicho de otro modo, mientras uno está con vida en la tierra, es
necesario recibir su perdón… “Si el árbol cayere al sur, o al norte, en
el lugar que el árbol cayere, allí quedará” (Eclesiastés 11:3). Después
de la muerte no hay ninguna esperanza de salvación para aquel que no
creyó en Jesucristo.
La Palabra de Dios enseña que hay un lugar de felicidad para aquellos
que mueren habiendo depositado su fe en el Señor Jesús, es decir,
habiendo reconocido su estado de pecado y creído en el sacrificio de
Cristo.
También hay un lugar de sufrimiento para aquellos que no
creyeron.
¿Es, pues, Dios duro y severo? No, él dio a su Hijo para nuestra
salvación, y Cristo se ofreció a sí mismo.
Los que no quieren saber nada
de él se cierran ellos mismos la puerta del cielo.
Pero aún hoy está
abierta, y Dios le invita a aprovechar la oportunidad para ser salvo.
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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