No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová. (Levítico 19:16)
En Argentina los programas de chimentos son una fuente inagotable de
problemas. Nunca falta un famoso que diga algo de otro. Y con los
famosos chismes del espectáculo, las peleas, las
acusaciones, y los trapitos al sol que salen se llenan cientos de
programas. No conducen a nada, no aportan nada, pero entretienen. Aunque
viéndolo objetivamente, alguien maduro jamás escucharía ese tipo de
comentarios.
El grupo religioso más ortodoxo de Israel cuestionó a Jesucristo porque sus discípulos rompían el rito de lavarse las manos antes de
comer. Entre los principios que Dios le mandó a Moisés figuraba este. Y
los fariseos se habían dedicado a detallar cuando y de que manera había
que lavarse las manos. Y como siempre pasa en las personas, con el paso
del tiempo, el cumplimiento de la norma se convirtió en algo más
importante que la razón por la cual fue creada.
Frente a esta acusación, Jesucristo
puso las cosas en blanco y negro. Aceptó que sus discípulos no se
lavaban las manos según los ritos, pero argumentó que los mismos
fariseos que cumplían a rajatabla las reglas y ceremoniales, tenían el
desatino de no honrar a Dios. Y como dijera Isaías, les recuerda que
ellos lo honraban con sus labios y su cumplimiento de normas, pero su
corazón estaba lejos de Dios. Una verdad irrefutable.
Es notable ver la consecuencia de estos dichos. Cuando los fariseos
oyeron esto ¡se ofendieron con el Señor Jesús! Cristo fue duro en su
juicio y con sus palabras. Y estos hombres se ofendieron. Tal vez se
fueron comentando por lo bajo lo desubicado que había estado el Maestro.
Y habrán usado muchas tardes para seguir comentando lo mal que había
estado.
¡Nunca se les ocurrió analizar el comentario y ver si no tenía algo
de real! Mucho menos, tuvieron la intención de modificar su conducta
para mejorar lo que estaban haciendo. Simplemente se ofendieron por lo
que Dios les había dicho. Esto es lo que hace una persona inmadura. Y es
algo bastante habitual en nuestros días.
No mires para los costados, la pregunta es para vos. ¿Cómo reaccionas
frente a un comentario sobre un defecto tuyo? No seas como los fariseos
que se ofenden y no quieren cambiar. Dios espera que mejores cada día.
REFLEXIÓN: La ofensa es un escudo para no mejorar.
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