“Los sátrapas, prefectos, gobernadores y consejeros reales se arremolinaron en torno a ellos y vieron que el fuego no les había causado ningún daño, y que ni uno solo de sus cabellos se había chamuscado; es más, su ropa no estaba quemada ¡y ni siquiera olía a humo!”
Daniel 3:27 (Nueva Versión Internacional)
Sadrac, Mesac y Abed-Nego fueron tres
sabios judíos durante el reinado del rey Nabucodonosor en Babilonia.
Daniel, el profeta de Dios, le interpretó un sueño al rey, en el cual
aquel que reinaba veía una estatua hecha de diferentes metales y barro. Teniendo la cabeza de oro. El profeta de Dios describió que los diferentes materiales y partes del cuerpo de la estatua eran diferentes reinos. Siendo representado el reino de Nabucodonosor por la cabeza
de oro. Al final del sueño una roca cayó sobre la estatua, reduciéndola
a polvo.
Después de esto se entiende que el rey levantó una estatua de
sí mismo hecha de oro puro, como una señal de que nadie quitaría de sus
manos el reino.
Posteriormente el rey emitió un decreto
en el cual al sonar las trompetas en su reino, toda persona debía
postrarse para adorar su estatua (Daniel 3:4-10).
Fue entonces cuando
Sadrac, Mesac y Abednego se negaron a adorar la estatua de oro. Y como resultado
fueron echados a un horno ardiente.
Pero antes, estos jóvenes
declararon con certeza que su Dios podría librarles del horno en llamas y
del rey, pero aunque Él no lo hiciese, de cualquier manera no adorarían
al rey ni a la estatua (Daniel 3:16-18).
El Todopoderoso auxilió a los
jóvenes dentro del horno, enviándoles un ángel para protegerlos.
Al ver
esto, Nabucodonosor reconoció que solamente Dios puede librar de esa manera. Ellos no temieron a los hombres ni al horno, sino a Dios. Y Él los libró.
Aunque a tu
alrededor adoren a falsos dioses o teman a los hombres, mantente
creyendo y confiando solo en Dios.
Y Él no permitirá que el fuego a tu
alrededor te toque; así como a estos sabios, que dicen las Escrituras
que ni siquiera sus ropas olían a humo.
En todo momento honra a Dios y
Él te guardará.
Mantente firme en tu fe en Dios.
Autor: Richy Esparza
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