La dama y el rey


Una notable dama de la corte, muy dada a hablar mal y a criticar la vida ajena, se aproximó cierta vez al rey Federico el Grande, de Prusia, tratando de conversar con él:
- Majestad, mi esposo me trata muy mal...

A lo cual el rey le respondió sin rodeos:
- Mi señora, ese no es "mi" asunto.
- Pero -insistió la dama- es que él habla mal de Vuestra Majestad.
- Ese tampoco es "su" asunto- respondió el rey.
Este diálogo breve y franco nos ayuda a ver lo inconveniente que se torna la persona que no se domina a sí misma, viviendo, viviendo más para las cosas negativas que para las positivas. Personas así frecuentemente pierden el sentido más elemental de lo que es su vida y lo que pertenece a los demás.
El alma y la boca humana fueron creadas para alabar. Cuanto más habla, piensa y se fija en las cosas negativas que ve, el hombre sufre más la influencia de ellas.
Sin duda, la fe cristiana no es edificada con críticas. Seremos más útiles a Dios cuanto más logremos deshacernos de las críticas, para edificar a nuestros oyentes con palabras positivas y llenas de gracia.

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