Ejercitándonos todo el día

Un famoso músico polaco dijo cierta vez que si no tocaba el piano un día sus manos sentirían la diferencia y él mismo percibiría la incomodidad; si no tocaba durante dos días, su familia sentiría la diferencia; por tres días, los amigos lo percibirían, y en siete días, todos sus oyentes serían capaces de sentirlo.
Lo mismo o.curre en la vida cristiana. La piedad es un ejercicio (1 Timoteo 4:7,8(. Si tenemos el hábito de tener comunión con el Señor, un día que no lo hagamos ya produce resultados perceptibles por nosotros; dos días causan la percepción de nuestra esposa y, con el pasar del tiempo, todos llegan a saberlo.
El secreto de la actuación del pianista estaba en su ejercicio diario. Sin el hábito, tal músico fracasaría. Podemos pensar que es poca cosa y que no produce ningún efecto, tener algunos minutos al día de comunión con el Señor. No obstante, todo el secreto está en esos minutitos. Tal vez no hagamos mucho, pero el secreto está en que lo hagamos "todos los días". Por tanto, busquemos ser perseverantes en tal búsqueda. El hábito más rico es el de encontrarse con el Señor todos los días.

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