Amor

Aquel niño tenía problemas en su relación con sus amigos por causa de la burla que hacían de su madre. Ella tenía grandes cicatrices en el rostro que la deformaban. Al comienzo no le importaba, pero con el tiempo, comenzó a inquietarse por ello.
Después de un día más de burla, decidió resolver aquella situación. Entró en su casa furioso y gritando preguntó a mamá:
-Mamá, ¿por qué tienes ese rostro tan feo?

Ella le miró con ternura, y le respondió:
-Yo sé de un bebé, que hace algunos años, estaba durmiendo en su cuna, cuando de pronto comenzó un incendio en el cuarto donde estaba. Su madre, que estaba en el patio, sólo vio lo que estaba sucediendo cuando le oyó llorando desesperado. Ella entró corriendo en medio de las llamas y tomó al hijo. En ese momento, una cortina en llamas cayó sobre ellos; ella protegió al niño con su propio cuerpo, mientras ella lo llevaba afuera e intentaba arrancar la cortina que se había adherido al rosto. ¡Hijo mío, ese bebé eras tú! En aquel preciso momento la madre de aquel niño se convirtió en la más linda mujer que podía haber.

Muchas veces no valoramos todo el sacrificio del amor que Jesús hizo por nosotros. Él no tenía ninguna hermosura (Isaías 53:2) y fue despreciado por todos. Pero nosotros, los cristianos, necesitamos renovar constantemente nuestra visión acerca de Su obra de amor que apunta a traernos de regreso hacia Él mismo, dándonos totalmente a Él.

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