Quien lo hizo, sabe cómo funciona

Hace mucho tiempo, cierto hombre, poseía un automóvil marca Ford, con el cual paseaba por las calles de su ciudad. Muy alegre, admiraba los muchos recursos de velocidad y suavidad que su nuevo vehículo le proporcionaba.
De esta manera, nuestro amigo vivía muy satisfecho, pero un día, de pronto el vehículo se detuvo. En plena avenida, se apagó el motor y nada hacía que el motor arrancara de nuevo. Intentó de todo, le dio arranque varias veces, empujó, abrió el capó, lo cerró, volvió a abrirlo, pidió ayuda, pero nada... ni una señal de querer funcionar.
¡Cómo pudo un auto tan bueno pararse de esa manera! El hombre ya estaba a punto de perder la paciencia cuando un desconocido le pidió permiso para ayudarlo. Desconsolado, el propietario accedió, sin creer que cualquier cosa pudiera suceder a esas alturas.
Sin embargo, el extraño abrió el capó, conectó un filamento a una pieza del motor y con un delicado toque, terminó la reparación. Sus manos no recibieron ninguna grasa, y cuando procedió a arrancarlo, el automóvil estaba perfecto. ¡Qué ironía...!
El mecánico desconocido se aproximó al propietario y le mostró su identificación, delante de los ojos curiosos de una pequeña multitud, dijo:
- Mi nombre es Henry Ford. Yo fui quien fabricó estos vehículos y comprendo muy bien cómo funcionan.
Nadie conoce mejor una obra que su fabricante. Mejor que nadie, Dios sabe todo lo que hay en el hombre. Él sabe como funciona cada parte en nosotros. Entonces ¿por qué no ir a Su palabra para recibir el toque que este "vehículo" necesita? Por siglos, los filósofos y sabios han intentado mejorar al hombre, sin resultados, mientras que la Palabra de Dios, dice que el Creador, con un único toque regenera el corazón humano y, de una vez por todas, "hace andar el ingenio". Por tanto, ¡convirtámonos a Él de todo corazón!

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