Amor que tanto nos busca

En una espléndida noche de cielo claro y luna llena, un barco a vapor descendía por las corrientes del río Potomac, en América del Norte, con unos pocos pasajeros a bordo. Tan calmada estaba la naturaleza que sólo se oía el ruido del vaporcito al cruzar las aguas bajo el resplandor de la luna llena.
Atendiendo a los pedidos de los pasajeros, el señor Stankey, amigo del evangelista D. L. Moody, tomó la guitarra y se puso a cantar lo que sabía: himnos cristianos.
De repente, cuando entonaba el himno "Jesús, Mi Fortaleza", el cantor fue interrumpido por un hombre de piel bronceada que le dijo, aludiendo a la guerra de Secesión que recién había terminado en el país:
- ¿Señor, estuvo en el ejército del Sur?-
- Sí- fue su respuesta.
- ¿Estuvo en el batallón tal y en el regimiento tal?
- Sí estuve, ¿cómo lo sabe?-, respondió el cantor.
- Nunca más me olvido señor. prosiguió el hombre de tez roja. De la noche, bajo el resplandor de la luna en que lo vi solo y con el rostro descubierto. Luego percibí que se trataba de un soldado enemigo de mi ejército, el del norte. Entonces, tomé mi fusil y estaba a punto de jalar el gatillo, cuando lo vi sacar una guitarra y levantando los ojos al cielo comenzó a cantar. El himno cristiano que oí derritió mi corazón. Consideré que ese Jesús a quien este señor cantaba debía de ser de veras muy poderoso, para salvarle la vida en la hora exacta, cuando fusil estaba a punto de dispararle. Señor, el himno que oí aquella noche era el que hace poco cantamos aquí. Nunca me olvido que la luna iluminaba su rostro descubierto precisamente como ahora lo veo. Entiendo que es grande la misericordia de este Jesús por haber enviado dos veces a usted para que yo pudiera conocerlo. La primera vez, la impresión que tuve fue muy fuerte; de esta, estoy decidido para responder a Alguien que tanto me ha buscado. Por favor, amigo, ayúdeme a encontrar a Jesús.
"Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido." (Lucas 19:10).

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