Aguas en los valles y en las montañas

Había un hombre que amaba mucho al Señor y lo servía día y noche. Un día su esposa murió, dejando ocho niños. ¡Qué gran prueba fue esa situación para aquel hermano! Muy joven, él sufrió y aprendió mucho con la experiencia que pasó.
Pasaron los años, y otro hermano conocido del primero, también perdió a su esposa, quedándose solo, con cuatro hijos. Nadie lograba consolarlo, de tan gran depresión en la que él cayó.

Sin embargo, sucedió que el primer hermano vino a visitar al segundo. Entonces el segundo hermano dijo:
- Hermano, ¡cómo me siento reconfortado! Ahora me siento refrescado. Usted perdió a su esposa y se quedó solo con ocho hijos. También yo perdí a la mía, pero tengo sólo cuatro niños. Hay algo en usted que me refresca y me reconforta.

Cuánta ayuda llevamos a los demás, cuando disfrutamos a Cristo en tiempos de dificultad y prueba. En Deuteronomio 8:7 dice que en la buena tierra de Canaán hay agua fluyendo de los valles y en las montañas. Cristo está con nosotros y nos suple, no sólo en las montañas, en los altos picos de nuestra vida. Sino también, en los momentos cuando nos sentimos en un valle, ¡Él es el agua que fluye! Tal disfrute es un refrigerio para los que pasan por las mismas dificultades. No es en los tiempos pacíficos o en los días felices, sino en los días de enfermedad, tristeza y dificultad, que tales aguas de alivio son producidas. ¡Cuán bendecidos serán aquellos que bebieren de esas aguas porque ayudarán a otros!

(Extraído del libro: El Cristo Todo Inclusivo)

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