¿Elige Dios a los que Él sabe de antemano que van a creer o creen los que han sido elegidos de antemano?

Uno de los textos que usan los arminianos para defender la doctrina de que Dios elige a los que Él sabe de antemano que van a creer, es 1Pedro 1:2, en el cual se describe a los cristianos como personas que fueron elegidas “según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo”.

Lo primero que debemos señalar es que la palabra “elección” enfatiza la acción soberana de Dios al escoger al hombre. Si es el hombre el que toma la iniciativa en la salvación, entonces nos es Dios el que escoge. Pero la Biblia enseña en un sinnúmero de pasajes que la salvación es iniciativa de Dios, no del hombre.

En Jn. 15:16 el Señor dice a Sus discípulos: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros”. Y en Ef. 1:3-4 el apóstol Pablo bendice al “Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en El antes de la fundación del mundo”.
Dios nos bendice, dice Pablo, porque nos escogió para eso. Y más adelante añade que esa elección no fue una acción arbitraria de parte de Dios, sino que Él nos predestinó “para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de Su voluntad” (Ef. 1:5).
En otras palabras, la razón está en Dios, no en nosotros. Una acción es arbitraria cuando se hace por impulso, sin ninguna motivación racional. Pero Dios tiene una razón para escogernos, sólo que esa razón está en Él, no en nosotros.
No fue que Él vio nada especial en aquellos que escogió; es una razón que Él tiene en Sí mismo. ¿Por qué escoge a unos y no a otros? Eso es algo que no nos ha sido revelado. Pero noten lo que sí nos fue revelado en este texto de 1Pedro, sobre esta doctrina que debe ser tan apreciada por el pueblo de Dios.
En primer lugar, Pedro nos dice que fuimos elegidos “según la presciencia de Dios Padre”.
Y la idea no es que Dios sabía de antemano quiénes iban a creer, sino más bien que Dios obró de acuerdo al plan que Él se había trazado de antemano. Es la misma enseñanza de Pablo en Rom. 8:29: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de Su Hijo”.
En las Escrituras se usa a menudo la palabra “conocer” para hablar de un amor selectivo. Por ejemplo, en Amós 3:2 Dios le dice al pueblo de Israel: “A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra”.
Eso no significa que Dios ignorara la existencia de los egipcios (a quienes, por cierto, menciona en el versículo anterior) o de los babilonios, por mencionar algunos; lo que este texto significa es que Dios no había elegido a ninguno de esos pueblos para hacer un pacto con ellos.
Lo que Pedro está diciendo, entonces, es que por una razón desconocida para nosotros Dios nos tomó en cuenta desde antes de la fundación del mundo y se propuso salvarnos y adoptarnos como Sus hijos. En virtud de esa elección Él es ahora nuestro Padre.
En segundo lugar, Pedro nos dice que fuimos elegidos “en santificación del Espíritu”.
O para ponerlo de otro modo: “Escogidos por la obra santificadora del Espíritu”. Ese fue el medio que Dios usó para llevar a cabo Su propósito salvador en nuestras vidas.
Para que nosotros pudiésemos venir a Cristo fue necesario que el Espíritu de Dios obrara en nosotros, transformando la disposición dominante de nuestras almas de tal manera que deseemos venir a Él. Ningún pecador deseará entregarle su vida a un Dios santo, a menos que Dios le santifique primero.
En tercer lugar, Pedro nos dice que fuimos elegidos “para obedecer”.
Noten que no fuimos elegidos porque Dios sabía de antemano que nosotros íbamos a obedecer; obedecemos porque Dios nos escogió de antemano para que obedezcamos.
En cuarto lugar, Pedro nos dice que fuimos elegidos “para ser rociados con la sangre de Jesucristo”.
Pedro está haciendo referencia en el texto al pacto que Dios hizo con Su pueblo en el AT. En Ex. 24 dice que Moisés leyó delante del pueblo todas las palabras que el Señor le había hablado en el monte Sinaí, y el pueblo respondió comprometiéndose a obedecer los mandamientos de Dios. Entonces Moisés roció sangre sobre el pueblo, y dijo: “He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas” (Ex. 24:8).
Israel hizo un pacto como nación de que ellos habrían de obedecer a Dios. Lo que Pedro está implicando aquí es que todos aquellos que han respondido por fe a la proclamación del evangelio han entrado también en una relación de pacto, pero no como el pacto que Israel hizo en el Sinaí, sino un nuevo pacto basado en la sangre que Cristo derramó en la cruz del calvario.
Nosotros fuimos elegidos para entrar en esa relación de pacto, por medio del cual el Señor viene a ser nuestro Dios, y nosotros somos Su pueblo. En virtud de esa relación de pacto, los cristianos se comprometen a vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y no conforme a su propia voluntad y mucho menos conforme al sistema de este mundo.
De manera que la respuesta de Pedro a la pregunta que encabeza esta entrada es: Dios no elige a los que Él sabe de antemano que van creer, sino que, sabiendo de antemano que ningún ser humano caído habría de creer por su propia iniciativa, por el puro afecto de Su voluntad eligió a muchos para que crean; y todo eso, por el puro afecto de Su voluntad.
En vez de cuestionar a Dios por esta doctrina, los cristianos debemos, junto con Pablo, elevar nuestras voces en adoración y decir: ¡Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo! A Él sea la gloria por siempre.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo.

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