Si hay algo que define la vida de un hombre es aquello en lo que ese
hombre se gloría, aquello que exalta por encima de todas las demás
cosas. Todo hombre se gloría en algo, en alguna habilidad en particular,
en alguna posesión, en su ascendencia familiar, en las personas que
conoce, en el conocimiento que posee, en los logros que ha alcanzado;
algunos se glorían incluso en su maldad.
A la luz de esa realidad debemos preguntarnos, ¿en qué debe gloriarse
el cristiano? El apóstol Pablo responde esa pregunta en Gálatas 6:14:
“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”.
Independientemente del trasfondo racial, familiar, socio económico,
cultural, todos los cristianos deben gloriarse en esto mismo en lo que
Pablo se gloría, porque ese gloriarse constituye la esencia misma de
nuestra fe como cristianos. Lo que quiero decir es que si alguna persona
profesa ser creyente, pero al mismo tiempo coloca su gloriarse en
cualquier otra cosa, debe revisar seriamente la realidad de su profesión
de fe.
Hay tres cosas en esta declaración de Pablo en el vers. 14 a las que
deseo llamar vuestra atención: un contraste, un motivo y una
consecuencia.
Veamos, en primer lugar, el contraste.
EL CONTRASTE:
La frase que RV traduce como “lejos esté de mí” es una forma enfática
de negación que lleva consigo la idea de algo inconcebible. Por
ejemplo, en Rom. 3:3 Pablo se pregunta si la incredulidad de los judíos
habrá hecho nula la fidelidad de Dios, a lo que él mismo responde en el
vers. 4: “De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz y todo hombre
mentiroso”. La mera posibilidad de que Dios pueda ser infiel a sus
promesas es algo que Pablo rechaza con todas las fuerzas de su corazón,
algo totalmente absurdo para él.
Pues con la misma fortaleza Pablo rechaza la posibilidad de gloriarse
en cualquier otra cosa fuera de la cruz de Cristo. “Lejos esté de mi
tal cosa, de ninguna manera sería yo capaz de hacer algo así”. Podríamos
expresar este pensamiento en forma positiva de este modo: “Hay una sola
cosa en el mundo en la que yo me glorío, una sola cosa que es motivo de
gozo y descanso para mí: la cruz de Cristo y nada más”.
Ahora, es sumamente importante que veamos esta declaración de Pablo
en su contexto para que podamos comprender más ampliamente la fuerza de
estas palabras. Los creyentes de Galacia estaban siendo presionados por
los judaizantes que promovían la práctica de ciertos ritos judaicos como
un aditamento a la obra redentora de Cristo. “Está bien que confíen en
Cristo, decían ellos, pero eso no es suficiente; ahora tienen que
circuncidarse, guardar ciertas fiestas, practicar ciertos ritos; de lo
contrario no podrán participar de las bendiciones del pacto que Dios
hizo con el pueblo de Israel”. Estas personas no se gloriaban en Cristo
únicamente, sino también en todos sus ritos y ceremonias.
Pero Pablo les hace ver que tal cosa era una total distorsión del
mensaje evangélico. No tenemos que añadirle nada más a la obra redentora
de Cristo. Lo que Él hizo en la cruz del calvario fue suficiente para
la plena salvación de Su pueblo elegido, de manera que aparte de Cristo y
Su obra redentora no necesitamos nada más. De ahí las palabras de Pablo
en Gal. 6:14: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de
nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y
yo al mundo”.
“Que se gloríen ellos en el esfuerzo que hacen en llevar a cabo sus
rituales religiosos, o en su conexión racial. Pero no permita Dios que
yo me gloríe en ninguna otra cosa fuera de la cruz”.
EL MOTIVO:
¿Cuál era el motivo de gloria de Pablo? O si desean ponerlo de otra
manera: ¿En qué se jactaba Pablo? Nuestro texto responde: en la cruz de
Cristo y nada más. Martin Lloyd-Jones le llama a este texto la prueba de
fuego del cristianismo. ¿Quieres saber si una persona realmente es
cristiana? Pregúntale qué piensa acerca de la cruz, porque el verdadero
cristiano se gloría en ella, mientras que el resto de los hombres
tropieza en ella. De hecho, los creyentes se glorían en la cruz por la
misma razón que los no creyentes la aborrecen.
Y no estoy hablando de la cruz como símbolo. Mucha gente se siente
sobrecogida ante la visión de una cruz, pero eso no significa
necesariamente que hayan entendido sus implicaciones; como tampoco
significa que de entender sus implicaciones la aceptarían con buen
agrado.
¿Saben por qué el hombre natural, el hombre no regenerado, aborrece
el mensaje de la cruz? Porque la cruz echa por tierra el orgullo humano.
La esencia del mensaje que emana de la cruz es que el hombre es un ser
que se encuentra en tal condición de miseria espiritual que no puede
salvarse a sí mismo. La salvación del hombre no se encuentra en sus
ideas, ni en sus programas políticos o educativos, ni tampoco en sus
buenas obras. La salvación del hombre depende enteramente de lo que
ocurrió hace cerca de 2,000 años en aquella cruz.
Y el verdadero cristiano es aquel que ha entendido ese mensaje y lo
ha abrazado de todo corazón por la fe. Es por eso que Lloyd-Jones nos
dice que este texto es la prueba de fuego del verdadero cristianismo.
Dondequiera que encontremos a una persona que esté descansando en
cualquier otra cosa para salvarse que no sea en la obra que Cristo llevó
a cabo al morir por nosotros en esa cruz, podemos estar completamente
seguros que estamos delante de una persona que no ha entendido aún el
verdadero mensaje del evangelio. En otras palabras, el que no se gloría
en la cruz no es cristiano. “No permita Dios que yo me gloríe en ninguna
otra cosa, dice Pablo”. La cruz era el centro de su vida y ministerio
(comp. 1Cor. 1:18; 2:1-2).
Queridos hermanos, si hay algo que el mundo necesita con urgencia es
el mensaje de la cruz: Que el Hijo de Dios, por amor a nosotros, tomó
una naturaleza humana igual en todo a la nuestra, pero sin pecado,
asumió nuestra deuda con la justicia divina y la pagó por completo en
esa terrible cruz. Es por eso que el cristiano se gloría en la cruz,
porque Dios ha abierto los ojos de su entendimiento para ver el
maravilloso mensaje que de ella emana. ¿Qué ven los cristianos en la
cruz?
Por un lado, ven el inefable amor de Dios que estuvo
dispuesto a hacer tan grande sacrificio por personas que no lo merecían
en absoluto. Pocos han expresado este pensamiento con tanta
belleza y sensibilidad como Isaac Watts en el himno titulado en
castellano: “La Cruz Excelsa al Contemplar:
La cruz excelsa al contemplar,
do mi Señor por mí murió,
Nada se puede comparar
a las riquezas de su amor.
No me permitas, Dios, gloriar,
más que en la muerte del Señor;
lo que más pueda ambicionar,
lo doy gozoso por su amor.
Ved en su rostro, manos, pies,
las marcas vivas del dolor
es imposible comprender,
tal sufrimiento y tanto amor.
El mundo entero no será
dádiva digna de ofrecer;
amor tan grande y sin igual
en cambio exige todo el ser.
Pero por el otro lado, los creyentes vemos en esa cruz la pureza y santidad del carácter de nuestro Dios.
Él no podía pasar por alto nuestros pecados, porque es perfectamente
santo y perfectamente justo. Alguien debía satisfacer plenamente la
justicia divina para que nosotros hoy podamos disfrutar de la comunión
con Él y de todas Sus bendiciones. Los creyentes se glorían en la cruz
porque ven en ella el amor de Dios, la justicia de Dios, la santidad de
Dios.
Pero también los creyentes contemplan en ella Su sabiduría.
¡Qué extraordinario plan de redención el que Dios trazó en Sus decretos
eternos! Muriendo en debilidad la muerte de un criminal, Jesucristo
estaba obteniendo la más grande de las victorias que alguna vez haya
sido alcanzada a través de la historia humana. Es por esto que Pablo
dice en 1Cor. 1:25 que lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
En esa supuesta debilidad de Cristo se estaba manifestando en todo su
esplendor el poder de Dios para salvar.
Fue contemplando la sabiduría de Dios desplegada en la salvación, que
Pablo exclamó en Rom. 11:33: “¡Oh profundidad de las riquezas de la
sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e
inescrutables sus caminos!” Los creyentes se glorían en la cruz porque
les habla de perdón y reconciliación, porque en ella ven la razón y el
motivo de todas las bendiciones que Dios nos otorga cada día sin merecer
ninguna de ellas. Nos gloriamos en esa cruz porque por ella tenemos
asegurada “una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible,
reservada en los cielos para” nosotros (1P. 1:4).
Pero hay algo más que debemos ver en este texto…
LA CONSECUENCIA:
“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”.
Pablo entendió que por causa de la muerte de Cristo en la cruz y
nuestra asociación con Él por la fe, nuestra relación con el mundo ha
cambiado drásticamente. Antes de conocer a Cristo estábamos vivos para
el mundo, pero muertos para Dios; ahora estamos vivos para Dios, pero
muertos para el mundo.
Tal vez la mejor explicación que podemos dar de este texto es la que
el mismo Pablo nos provee en Gal. 2:20: “Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo
en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí”.
Nuestro “yo” pecador fue crucificado juntamente con Cristo en la
cruz, de tal manera que ese viejo “yo” que merecía la ira y la
condenación ya no existe. Ese viejo “yo” que antes se gloriaba en un
montón de cosas, menos en Dios y en Su Hijo, ha muerto; fue clavado con
Cristo en la cruz y ahora vive en nosotros el nuevo “yo” de la nueva
vida que Dios implantó en nosotros en el nuevo nacimiento. De ese modo,
el poder que el mundo ejercía sobre nosotros fue destronado. Sigue
siendo nuestro enemigo, porque el pecado mora en nosotros, pero ya no
reina sobre nosotros.
Oh que el Señor nos conceda tener un entendimiento cada vez más claro
de la enseñanza de Pablo en este texto, para que nosotros al igual que
él, no nos gloriemos en ninguna otra cosa, sino en la cruz de Cristo.
Que nuestro Señor Jesucristo sea cada vez más precioso a nuestros ojos y
que en esta vida no deseemos otra cosa que vivir para Él y tener
comunión con Él.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo.
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