El artista suizo Paul Robert, pintó por encargo un gran mural en el
edificio del Tribunal Supremo de Suiza, inmediatamente antes del año
1900. Se titulaba como nuestro artículo de hoy: “La Justicia instruye a
los jueces”. Robert, que era cristiano, plasmó en su pintura toda una
teoría sociológica. En el primer plano del mural el artista describe
diversas clases de litigio: las esposas contra los esposos, los
arquitectos contra los constructores, los comerciantes contra los
artesanos, etc. Por encima de ellos están los jueces que deben juzgar
entre ellos. Y por encima de todos ellos aparece La Justicia, sin venda
en los ojos y la espada apuntando hacia a un libro rotulado con estas
palabras: “La Ley de Dios”.
La tesis es
muy obvia: la justicia no consiste en promedios y estadísticas, necesita
una base inconmovible, un marco de referencia objetivo para los
imperativos morales y éticos. Más aún, necesita un Legislador que tenga
derecho pleno sobre todos los hombres. Como bien señala John Locke: “Sin
la noción de un legislador, es imposible tener la noción de una ley y
una obligación de observarla”.
El planteamiento de Emmanuel Kant al respecto es digno de ser
considerado. Según Kant, el conocimiento humano es limitado a lo que
podemos percibir por los sentidos. Como Dios no puede ser percibido por
los sentidos, concluye que tampoco podemos saber con certeza si en
verdad El existe. Sin embargo, cuando se enfrenta con el problema de la
ética y la moral, Kant se pregunta: ¿Qué sería necesario para que los
imperativos éticos y morales tengan algún significado? El responde:
tiene que haber justicia. Pero ya que la justicia no funciona
perfectamente en este mundo, debe existir un estado futuro en el que la
justicia prevalezca. Pero para que eso sea posible debe existir también
un Juez perfecto, omnisciente y moralmente intachable que dé a cada cual
lo que merece. En conclusión, Kant arguye que Dios debe existir para
que los imperativos éticos y morales tengan algún sentido. Aunque no
podamos saber con certeza si Dios existe, dice Kant, debemos vivir como
si El existiera.
Los cristianos no tenemos que buscar a tientas dónde se encuentra esa
inteligencia superior, ni asumir la existencia de Dios como una
posibilidad conveniente. “Los cristianos, como bien señala Peter De Vos,
vemos la justicia como enraizada en la voluntad amante de Dios, una
voluntad dirigida hacia el bien de los seres que El creó y ejemplificado
en Su trato con los hombres”. La Justicia no es un concepto abstracto,
es una Persona ante la cual todos compareceremos algún día para dar
cuentas. Y tal como lo muestra Robert en su pintura, aún los jueces
están bajo Su autoridad. Ellos comparecerán también delante del Gran
Juez de toda la tierra, ante el cual “todas las cosas están desnudas y
abiertas” (Hebreos 4:13).
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo.
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