Muchos tienen la convicción de que la sociedad moderna se encuentra
atravesando en estos momentos por una profunda crisis de valores y de
significado. Algunas situaciones alarmantes parecen indicar que el mundo
se ha deteriorado a pasos agigantados en los últimos años; pero ¿es
realmente así? ¿En verdad podemos decir que nuestro mundo está
atravesando por un período de crisis moral? El problema con esta
pregunta es que presupone un parámetro de normalidad, la existencia de
valores absolutos y de un estándar objetivo de comportamiento que rija a
todos los seres humanos por igual. Si en la selva africana una familia
de leones ataca un jabalí y lo despedaza, la noticia no saldrá en los
periódicos al día siguiente; pero cuando un adolescente toma un arma de
fuego y descarga su furia disparando contra sus profesores y compañeros
de escuela, eso sí que espanta y asusta, porque no se espera que los
seres humanos se comporten así.
Pero, ¿cómo determinamos el comportamiento que debemos esperar
de los seres humanos? ¿Basados en cuál autoridad distinguimos lo bueno
de lo malo, lo verdadero de lo falso, lo normal de lo que no lo es?
Necesitamos una base de autoridad legítima que establezca los valores
que han de regir a todos por igual, de lo contrario no tendremos ningún
parámetro para pasar juicio sobre las acciones de los hombres.
Ese es el gran problema al que se enfrenta la sociedad occidental
hoy día: ha rechazado a Dios y Su revelación infalible y ahora se
encuentra como un barco a la deriva en el océano del relativismo y la
subjetividad. Lo que es bueno para uno puede que no lo sea para otro y
viceversa. El concepto de verdad absoluta se ha vuelto obsoleto y con la
muerte de la verdad ha muerto también la virtud. El hombre moderno
contempla espantado el deterioro que hay a su alrededor, pero no percibe
que ése es el fruto que se cosecha inevitablemente cuando se desecha a
Dios y Su Palabra. Si no existe un Dios personal y sobrenatural que creó
y sostiene todas las cosas con un propósito, un Dios que se ha revelado
al hombre en un libro infalible que podemos comprender racionalmente –
la Biblia – no tenemos hacia dónde mirar para encontrar respuestas
verdaderas a las preguntas más importantes del hombre, ni una base ética
objetiva para distinguir lo bueno de lo malo. Cuando los cimientos son
destruidos es sólo cuestión de tiempo para que se imponga en la sociedad
humana la ley de la selva: la supervivencia de los más fuertes.
© Por Sugel Michelén.
Fuente: www.ibsj.org/blog/sugel-michelen.html
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