Este es el tercer artículo acerca de la libertad cristiana. Es posible que muchos, al leer lo que antes hemos expuestos, clamen ¡legalismo!
Y por eso creo que se hace necesario aclarar algunos conceptos con
relación a lo que verdaderamente es y lo que no es legalismo.
Legalismo no es querer vivir a un nivel
de santidad superior al que la mayoría desea. Si fuera así, el apóstol
Pablo sería el más grande legalista de todos los tiempos, porque sus
expectativas del comportamiento cristiano muchas veces parecen estar
fuera de nuestro alcance. De hecho, por mucho que queramos subir el
estándar de santidad al cual queramos vivir, siempre nos quedaremos
cortos de Su gloria. “Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”, nos dice nuestro Señor en Mateo 5:48
. Si esto no lo hubiera dicho Cristo, esta sería la perfecta ocasión
para exclamar ¡legalismo!, porque, ¿quién puede ser perfecto? Pero como
corresponde al estándar de Dios, entonces ciertamente no puede ser una
manifestación de legalismo.
Legalismo tampoco es el que una iglesia
desee vivir un nivel de entrega y consagración que eran razonables para
el cristiano de ayer; pero que el cristiano de la iglesia del siglo XX y
XXI, lo encuentra inaceptable, porque su cosmovisión dista mucho del
estándar de la palabra.
¿Entonces, qué es el legalismo?
El legalismo es más una actitud del
corazón que reglas de comportamiento. Quizás el considerar las
siguientes actitudes nos ayude a entender en qué consiste realmente el
espíritu del legalista:
1) El legalismo establece normas que no son sustentadas por principios de la Palabra,
sino por una rigidez de la persona o del sistema que las establece. El
espíritu legalista con frecuencia usa su propio estándar para juzgar a
otros, y por eso le oímos decir con cierta regularidad “yo no haría
eso”, en vez de señalar el principio bíblico que se está violando.
2) En el corazón legalista hay una ausencia de gracia hacia sí mismo y hacia los demás,
a quienes tiene dificultad en perdonar cuando las normas son violadas.
La persona santificada procura y espera cierto nivel de santidad, pero
cuando otros la violan está dispuesto a enseñar, dialogar, perdonar y
hasta a esperar por el hermano. Este fue el ejemplo del Señor Jesucristo
con los 12 apóstoles, y el ejempo de Pablo con sus seguidores.
3) La persona legalista frecuentemente es ciega hacia sus propias faltas y magnifica las faltas de los demás. Él no ve la viga en su ojo, pero si la paja en el ojo ajeno, como nos muestra Mateo 7:3-5 .
4) La persona legalista tiene un espíritu crítico hacia los demás,
pero no tolera el más mínimo nivel de crítica o de corrección de parte
de los demás hacia su persona. Cuando es criticado pudiera permanecer en
silencio, pero lamentablemente aquel que le criticó no vuelve a ser el
mismo para él.
5) El espíritu legalista está obsesionado con lo trivial…
Mientras se tragan un camello con relación a cosas de envergadura en el
plano espiritual, se ahogan con un granito de arroz. Cristo lo dijo de
esta manera:
¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos, hipócritas!, porque pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y
del comino, y habéis descuidado los preceptos de más peso de la ley: la
justicia, la misericordia y la fidelidad; y éstas son las cosas que
debíais haber hecho, sin descuidar aquéllas. ¡Guías ciegos, que coláis
el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos, hipócritas!, porque limpiáis el exterior del vaso y del plato,
pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno. ¡Fariseo ciego!
Limpia primero lo de adentro del vaso y del plato, para que lo de afuera
también quede limpio. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por
fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y
de toda inmundicia (Mateo 23:23-27 ).
Notemos que Cristo no les ordena bajar el estándar (“y éstas son las cosas que debíais haber hecho, sin descuidar aquéllas”),
sino que el problema estaba en que su conducta exterior distaba mucho
de su condición interior. Esa es otra característica fundamental del
legalismo.
En resumen el legalismo está caracterizado por:
-Normas sin sustento bíblico.
-Ausencia de gracia.
-Presencia de espíritu crítico.
-Discrepancia entre lo hablado y lo vivido.
Ciertamente es posible caer en una
actitud legalista, en un libertinaje, o en una simple racionalización de
nuestras conductas, al tratar de no hacer uso de la libertad cristiana,
o al querer vivirla. Sin embargo, es nuestro deseo que el hijo de Dios
pueda vivir la libertad que Cristo nos ha dado de manera plena, honrando
al Señor quien se la dio. El cristiano maduro necesita un balance entre
la verdad y la gracia que le mantenga lejos del libertinaje y lejos del
legalismo. Por esta razón, en un próximo artículo estaremos observando
ciertos principios prácticos a tomar en cuenta a la hora de tomar
ciertas decisiones.
Fuente: www.integridadysabiduria.org
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