Sí, Señor, lo creemos: no moriremos
jamás. Nuestra alma podrá ser separada de nuestro cuerpo, lo cual en
cierto sentido constituye la muerte; pero nuestra alma nunca podrá ser
separada de Dios; ésta sería la verdadera muerte que es el salario del
pecado, y esta pena de muerte sería lo peor que pudiera acontecernos.
Lo creemos sin la menor duda, porque
¿quién nos apartará del amor de Dios que es Cristo Jesús, Señor nuestro?
Somos miembros del cuerpo de Cristo, ¿perderá Jesús alguno de sus
miembros? Estamos unidos a Jesús, ¿podrá perdernos? De ninguna manera.
Dentro de nosotros hay una vida que no puede ser separada de Dios:
porque el Espíritu Santo habita en nosotros, y con Él, ¿cómo podemos
morir?
Jesús mismo es nuestra vida; por tanto,
no podemos morir, porque Él ya no puede morir. En Él estamos muertos al
pecado una vez, y la sentencia de muerte no puede ser ejecutada
nuevamente. Ahora vivimos y vivimos para siempre.
El salario de la justicia es la vida
eterna, y tenemos la misma justicia de Dios; por consiguiente, podemos
reclamar la recompensa más alta. Viviendo y creyendo hoy, creemos que
viviremos y gozaremos de este bien.
Por lo tanto, vayamos adelante con la
firme confianza de que nuestra vida está asegurada en la de nuestro Jefe
y Cabeza, Jesucristo.
Hoy la seguridad de la eternidad se hace cada vez más palpable. Porque él Vive, Nosotros también viviremos.
Señor, Quiero serte fiel ya que me has salvado del efecto del pecado acá y nos has asegurado la eternidad. Amén.
Por: Charles Spurgeon
Fuente: www.renuevodeplenitud.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario