Un Corazón Limpio


“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí”. (Salmo 51:10)


Quizás uno de los versículos que más han impactado mi vida desde que conocí a Cristo es este. Y será porque es como el lema de mi vida, puesto que anhelo cada día que Dios cree en mí un corazón limpio y renueve dentro de mi un espíritu recto.

Pero ¿A que se refiere el texto al decir “un corazón limpio”?, bueno un corazón limpio es aquel que está libre de rencor, libre de odio, libre de ataduras que te llevan a hacer lo contrario de lo que Dios te ha mandado a hacer. Un corazón limpio es un corazón alegre, pues es un corazón sano, la Biblia dice que el corazón alegre hermosea el rostro, es decir que tu interior se reflejará en tu exterior.

Un corazón limpio es aquel que ve las cosas que le ocurren a diario con una forma más para que el poder de Dios se perfeccione en su vida, un corazón limpio anhela agradar a su Padre, un corazón limpio es aquel que busca la perfección, a sabiendas de que tiene un largo camino que recorrer.

Pero la segunda parte del texto dice: “un espíritu recto”. Definitivamente somos seres tripartitos, estamos compuestos de espíritu, alma y cuerpo. El cuerpo es lo que nosotros reconocemos como: la carne. 

En el alma se encuentra las emociones y el intelecto. 

Y el espíritu es el que se comunica con Dios, es aquel que en medio de una alabanza de adoración se siente tocado y ministrado por la presencia de Dios, es aquel que nos impulsa a no querer alejarnos de su presencia.

Entonces un espíritu recto es aquel que no quiere perder su objetivo, es aquel que “pese a” quiere seguir buscándolo y no se rinde por nada, un espíritu recto es aquel que se agrada en hacer la voluntad de su Padre y no mirar atrás.

¿Te das cuenta de la importancia de este versículo en nuestra vida?, definitivamente si queremos agradar a nuestro Dios tenemos que decir y tratar de hacer lo que su siervo David un día expresó:

“Crea en mi oh Dios un corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mi”



Autor: Enrique Monterroza

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