Humildad genuina

En el Señor Jesús podemos encontrar todas las virtudes humanas: Él era paciente, sincero, amable, recto, perseverante, valiente, bueno, etc. Pero ciertamente la virtud que lo equilibraba, la que más se evidenciaba de todas las demás, era la humildad.
Cualquier virtud que no sea acompañada de humildad, termina trayendo mucho daño a su poseedor y a los que están con él. Muchos cristianos son inutilizados en su servicio al Señor por causa del orgullo. Muchos sufren daños porque a medida que Dios los usa, la soberbia comienza a manifestarse por considerarse capaces, y por atribuirse todos los buenos resultados a sus propios méritos y capacidad. A éstos Dios rechaza.
Necesitamos vivir según la humildad de Cristo. Especialmente mientras servimos al Señor, necesitamos en cada momento humillarnos bajo la poderosa mano de Dios, temiendo cualquier manifestación de orgullo de nuestro corazón. Solamente así seremos útiles en la obra de Dios.

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