La cruz de Cristo y la amargura del corazón

¿Qué hacer cuando es un creyente el que nos ha ofendido? Porque aquí no podemos esperar en la justicia futura de Dios, como veíamos en la entrada anterior, porque la Biblia dice que no hay condenación para aquellos que están en Cristo Jesús (Rom. 8:1). Y no es que queramos que uno de nuestros hermanos sea condenado, pero ¿cómo se cierra ahora el círculo moral, para que nuestro sentido de indignación quede satisfecho?

Pablo dice en 1Ts. 5:9 que Dios no ha puesto a los creyentes para ira, “sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo”. ¿Hacia dónde miraremos ahora para que nuestros corazones descansen tranquilos en que se hará justicia, y en que no se tratará con el pecado en una forma ligera?
La respuesta, mi hermano, mi hermana, es muy sencilla: Mira a la cruz de Cristo. Todos los pecados que han sido y serán cometidos por creyentes en contra nuestra fueron vengados en la muerte de nuestro Señor Jesucristo (comp. Is. 53:6; 1Cor. 15:3; 1P. 2:24; 3:18). Como bien señala John Piper: “El sufrimiento de Cristo fue el resarcimiento de Dios por toda ofensa que jamás hayamos podido recibir de algún hermano en Cristo… Por consiguiente, el cristianismo no toma a la ligera el pecado. No añade insulto a la injuria [el insulto de tomar el pecado que se ha cometido en contra nuestra, con ligereza]. Por el contrario, toma los pecados contra nosotros tan seriamente que, para resolverlos, Dios entregó a Su propio Hijo para que sufriera más de lo que jamás nosotros haríamos sufrir a alguien por lo que nos ha hecho a nosotros” (Gracia Venidera; pg. 288, el paréntesis es mío).
Nosotros nunca podríamos hacer que un hermano en la fe sufra por algo malo que nos ha hecho, más de lo que Cristo sufrió por eso que el hermano hizo. Si un hermano te hizo mal (suponiendo que ciertamente te hizo mal, porque aun queda la posibilidad de que haya sido un malentendido, o de que te hayas molestado con él porque te llamó la atención y te dijo lo que no querías oír, aunque debías oírlo; pero suponiendo que en verdad te hizo mal…), ¿vas a tomar venganza contra él? Ya Dios tomó venganza por ese pecado en la cruz del calvario.
Cuando Dios nos dice en Su Palabra: “Mía es la venganza, yo pagaré”, estaba incluyendo la cruz. Todos los pecados recibirán su merecido de parte de Dios, todos. Nuestro Dios no toma el pecado a la ligera. Algunos serán vengados en el infierno, otros ya fueron vengados en el Calvario.
Hay lugar para tratar bíblicamente con el pecado que otros cometen contra nosotros. La Biblia nos da principios para ello. Pero no hay lugar para la amargura y el resentimiento. Si sientes que la indignación está por apoderarse de tu corazón por lo que este o aquel hermano te ha hecho, con los ojos de la fe mira a Cristo en la cruz del Calvario, recibiendo todo el peso de la ira de Dios por ese pecado. Cristo cerró allí el círculo moral. Con los ojos de la fe debemos mirar a Cristo recibiendo en Su propio cuerpo y en Su propia alma todo el dolor del castigo que ese hermano debía recibir por su pecado.
A final de cuentas es un asunto de fe. Si yo creo esto, ahora puedo dedicarme tranquilamente a procurar el bien del alma de mi hermano que ha pecado. Iré a él a amonestarle en amor para hacerle bien, no para desahogar mi resentimiento contra él por lo que ha hecho, porque no tengo razón alguna para albergar resentimiento ni amargura (comp. Ef. 4:31 – 5:2).
© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo.

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