J. Budziszewski, ex – ateo y ex – agnóstico, sobre la deshonestidad intelectual de ambas posturas


J. Budziszewski, recibió su Ph.D en la universidad de Yale, y es profesor de leyes y filosofía en la Universidad de Texas. En un momento de su vida Budziszewski rechazó la fe de su juventud y llegó a ser ateo. He aquí algunos extractos de su testimonio, a los que añado algunos comentarios míos aquí y allá (lo que no está entre comillas):

“Unos años después de desertar de la fe cristiana de mi juventud, fui ateo. Así que conozco el asunto desde adentro. Claro está, el conocimiento desde dentro no es siempre superior al conocimiento desde fuera… Un drogadicto no entiende mejor su adicción que su doctor, porque él está atrapado en ella. Tampoco recomendamos el suicidio para un mejor entendimiento de la muerte auto inducida… El entendimiento propio del ateo tiene una limitante muy similar al auto entendimiento del adicto o de la persona que trata de suicidarse.”

Así como el adicto está auto engañado, el ateo también lo está; y así como el suicida que tiene “éxito” en su empresa corta toda posibilidad de ser convencido de no hacerlo, así también el ateo corta las avenidas del entendimiento.

Ahora, ¿qué quiere decir Budziszewski cuando afirma que el ateo está auto engañado? Él sigue diciendo:
“El auto engaño significa hacerse el tonto. Significa pretender que no sabemos lo que en realidad sí sabemos; jugar a que desconocemos lo que en realidad conocemos. Lo que estoy insinuando es que los seres humanos jugamos con Dios. Nos mentimos, y una de las cosas acerca de las cuales nos mentimos es sobre nuestro conocimiento de la realidad [de Dios]. El salmo 14 inicia con la siguiente observación, la cual es a menudo malentendida: ‘Dice el necio en su corazón: No hay Dios.’ El salmista no llama necio al hombre por pensar que no hay Dios, sino más bien por decirse a sí mismo que no hay Dios, aunque en lo profundo de su mente él sabe que no es así.”
Y aquí el autor cita el texto de Rom. 1 que hemos estado considerando, para entonces añadir:
“En este momento no estoy preocupado por explorar el reclamo general de Pablo [en este pasaje de Romanos] de que aquellos que niegan al Creador son malvados, sino con su reclamo más particular de que son intelectualmente deshonestos. Nota que él no critica a los incrédulos porque no conocen acerca de Dios, cuando debieran conocerle. Él más bien los critica porque sí saben acerca de Dios, pero pretenden delante de sí mismos que no lo conocen. De acuerdo a esta postura, de ningún modo somos ignorantes de la realidad de Dios. Mas bien, la ‘suprimimos;’ para traducirlo de un modo diferente, la ‘mantenemos bajo superficie.’ Tratamos con toda nuestra fuerza de no conocer esta realidad, aunque no podemos evitar conocerla; la conocemos con una parte de nuestras mentes, mientras que con la otra decimos, ‘No conozco tal cosa.’ Desde la perspectiva bíblica, entonces, la razón por la que es tan difícil argumentar con un ateo, es porque él sabe que hay un Dios, pero se dice a sí mismo que no lo hay.”
Y así sigue este autor relatando su peregrinaje de vuelta a la fe que abandonó. Cuando no pudo seguir negando la existencia de Dios, entonces se hizo agnóstico; pero por su entrenamiento en filosofía pronto se dio cuenta de que tal posición era insostenible también. Hasta que finalmente fue vencido. Pero el punto que quiero destacar aquí es lo que él dice acerca de la sicología del ateo. El ateo no es más que una persona auto-engañada.
Por eso decía en una entrada anterior, que un incrédulo no vendrá a la fe y al arrepentimiento por medio de argumentos intelectuales únicamente, porque su problema no es intelectual. No es por falta de argumentos que él no cree, sino porque él no quiere creer.
Pero a través de una defensa ordenada y poderosa de nuestra fe puede que el incrédulo sea convencido de su pecado de incredulidad, venga a Cristo en arrepentimiento y fe, y se reconcilie con el Dios al que tan vilmente ha ofendido.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo.

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