El vendedor de perdón


El perdón de los pecados no es un tema incidental en el evangelio de Cristo. La esencia de este mensaje es que Dios ofrece a los pecadores de pura gracia el perdón de todos sus pecados por medio de la fe en nuestro Señor Jesucristo en base a Su vida perfecta, Su muerte expiatoria y Su resurrección. El evangelio es un mensaje de perdón y reconciliación. Cualquier distorsión en ese aspecto del mensaje corrompe el corazón del evangelio. Y eso fue precisamente lo que ocurrió en el siglo XVI con la escandalosa venta de indulgencias.

En palabras simples, la indulgencia pretende ser una especie de cheque certificado, emitido por el Papa, por el que cancela algunos o todos los castigos temporales que merecen los pecados, al adjudicar al beneficiario una cantidad de méritos del superávit acumulado por los santos.

Según Roma, el Papa es el administrador soberano de este depósito sagrado, autoridad de la que se valió el Papa León X para proclamar una gran venta de indulgencias en los años 1514 y 1516 tomando como pretexto inicialmente la guerra contra los turcos y luego la terminación de la basílica de San Pedro.
Para esos fines comisionó en Alemania al príncipe elector Alberto de Maguncia, Arzobispo de Magdeburgo, quien fue autorizado para recibir la mitad de la recaudación de la venta de indulgencias, mientras enviaba la otra mitad a las arcas pontificias. Éste había pedido prestado 30,000 florines a los Fúcar, banqueros de Augsburgo, para poder comprar el nombramiento de arzobispo, por lo que estaba sumamente endeudado.
El instrumento principal usado por Alberto para ese singular negocio fue Johan Tetzel, fraile de la orden de los dominicos, hombre astuto y muy persuasivo.
“Las indulgencias – decía él – son la dádiva más preciosa y más sublime de Dios… Venid, oyentes, y yo os daré bulas por las cuales se os perdonarán hasta los mismos pecados que tuvieseis intención de cometer en lo futuro… Pero hay más; las indulgencias no sólo salvan a los vivos, sino también a los muertos… Escuchad a vuestros parientes y amigos difuntos que os gritan del fondo del abismo: ‘¡Estamos sufriendo un horrible martirio! Una limosna nos libraría de él; vosotros podéis y no queréis darla’. En el mismo instante en que la pieza de moneda resuena en el fondo de la caja, el alma sale del purgatorio”.
Fue este escandaloso tráfico de perdón lo que movió a Lutero a escribir sus 95 tesis, como veremos en nuestra próxima entrada.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo

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