Cristo, Cristo, Cristo: Meditación para el día del Señor

Hoy es el día del Señor. Muchos cristianos asistirán a sus respectivas iglesias para adorar. Por eso quiero compartir algunas ideas sobre la gloria de nuestro Salvador, a la luz del conocido pasaje de Colosenses 1:15-20.

“El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”.

¿Qué nos enseña Pablo en este pasaje acerca de nuestro Señor Jesucristo? En primer lugar que Él es…
EL CREADOR DE TODAS LAS COSAS:
“El es la imagen del Dios invisible”:
La palabra griega que se traduce como “imagen” aquí indica la exacta representación de algo. En Gn. 1:26-27 se nos dice que el hombre fue hecho “a la imagen de Dios”; sin embargo, eso no significa que el hombre sea una exacta representación de Dios. La idea encerrada en ese texto es que el hombre habría de compartir la personalidad de Dios y de ese modo habría de representarle en cierto grado.
Pero lo que Pablo dice de Cristo en Col. 1:15 es diferente a lo que dice Moisés en el Génesis respecto al hombre. Aquí no se dice que Cristo fue creado a imagen de Dios, sino que “ÉL ES la imagen visible del Dios invisible” (comp. Col. 2:3 y 9). Esa es la misma idea que vemos en Jn. 1:1 y 18; así como en Hebreos 1:1-3. Por eso Cristo pudo decir en cierta ocasión: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”; y en otro lugar: “Yo y el Padre somos una misma cosa o de una misma esencia”. Cuando se hizo hombre Él no escatimó el hecho de ser igual a Dios, como dice Pablo en Fil. 2:5-6.
Ahora bien, si Cristo es la imagen misma de Dios, entonces tiene que ser eterno así como Dios es eterno. Y si Cristo es eterno, entonces no puede ser parte integral del tiempo y el espacio. Por eso Pablo continúa diciendo que Cristo es también…
“El primogénito de toda creación”:
Esta expresión no significa que Cristo fue el primer ser creado por Dios, sino más bien que Él ocupa una posición de honor supremo sobre todas las cosas creadas. Tanto en la cultura griega como en la judía, el primogénito era aquel que tenía el derecho de la herencia. Ese era el hijo que ocupaba una posición de honor.
(a) El caso de Jacob y Esaú (Gn. 27:28-41).
(b) El caso de Rubén y Judá (Gn. 49:3-4).
(c) El caso de David (Sal. 89:27).
La idea que Pablo transmite a los Colosenses es que Cristo posee autoridad y supremacía sobre toda la creación. Y eso ¿por qué? Porque Él es el creador de todas las cosas (vers. 16). Pablo no quiere dejar ninguna duda en cuanto a lo que está incluido en la frase “todas las cosas”, por eso señala de manera particular:
“las que hay en los cielos” (un ejemplo de las cosas que hay en los cielos es esa pequeña estrella que ilumina nuestro planeta llamado “el sol”, el cual si fuese hueco, cabrían 1.2 millones de planetas como el nuestro y todavía habría espacio para 4.3 millones de lunas).
“las que hay en la tierra”. Comp. Gn. 1:1.
“visibles e invisibles” (en esta última característica encierra a todos los ángeles, no importa de qué rango sean). “Todas las cosas por Él fueron hechas…” (Juan 1:3).
¿Cuándo fue la última vez que te comiste una fruta u observaste un atardecer con esa conciencia? Todo lo creado debe recordarnos a Cristo porque Él es su creador y porque todas las cosas creadas reflejan Su gloria. Pero Cristo no solo es el Creador, sino que Pablo nos dice también que Él es…
EL SUSTENTADOR DE TODAS LAS COSAS:
Vers. 17. Noten que Pablo no dice que “Él ERA antes de todas las cosas”, sino que “Él ES antes de todas las cosas”; el eterno presente de Dios. Por eso es que Cristo dijo a los judíos en cierta ocasión: “Antes que Abraham fuese, Yo soy” (Jn. 8:58; comp. Ex. 3:14).
Pero ahora escuchen: “El es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten”; o como lo traduce Guillermo Hendriksen: “todas las cosas encuentran en Él su cohesión”.
Por eso el autor de la carta a los Hebreos nos dice que Cristo “sustenta a todas las cosas con la palabra de Su poder” (He. 1:3). Todo fue creado por medio de Él y todo lo creado permanece por causa de Él. Las famosas leyes del universo no son más que nombres que los hombres usan para referirse a la actividad preservadora de Cristo de todas las cosas creadas.
Como dice John MacArthur: Cristo “mantiene el delicado balance necesario para la existencia de la vida… Él es el poder detrás de la consistencia en el universo. Él es la fuerza de la gravedad, la centrífuga y la centrípeta. Él es aquel que mantiene en movimiento todas las entidades del espacio. Él es la energía del universo” (Colossians; pg. 49). Sin la fuerza cohesionadora de Cristo operando continuamente, este mundo se desintegraría en un instante.
Una de las características más extraordinarias del átomo, esa pequeña partícula que forma parte de la composición de todas las cosas, es que sus componentes se mantienen cohesionados. Todas las partículas de carga positiva se mantienen juntas en el núcleo, mientras las cargas negativas se mantienen alrededor. Pero una de las leyes fundamentales de la física es que los polos opuestos se atraen y los iguales se repelen. ¿Por qué no se disparan los protones del núcleo por todos los lados?
Y ya nosotros conocemos la increíble fuerza que se desata cuando los protones se separan. George Gamow, uno de los primeros físicos que habló de la teoría del Big Ban, dijo en cierta ocasión: “El hecho es que vivimos en un mundo en donde prácticamente todo objeto es un explosivo nuclear en potencia” (Ibíd.).
¿Por qué no se separan los protones del átomo? ¿Qué los mantiene cohesionados? Pablo dio la respuesta hace 2,000 años: El poder “cohesionador” de Cristo actuando sobre el universo. El día llegará en que ese poder nuclear entrará en acción y todo el universo explotará literalmente para dar paso a una creación renovada, libre de todo vestigio del pecado:
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!” (2P. 3:10-12).
¿Qué tan conscientes vivimos de ese hecho? ¿Que sin el poder de Cristo sustentando el universo nos desintegraríamos en un instante? ¿O el hecho de que si Él no guía el curso de los planetas y nos acercamos un poquito al Sol nos quemaríamos, y si nos alejamos aunque sea un poquito nos congelaríamos? Si la fuerza de gravedad dejara de funcionar un instante, saldríamos disparados por todo el espacio exterior.
Pero Pablo no sólo nos dice que Cristo es el Creador y sustentador de todas las cosas, sino también…
LA META DE TODAS LAS COSAS:
“Todo fue creado por medio de Él y para Él”. Dios diseñó todas las cosas para Cristo, para que la gloria de Su poder pueda ser contemplada por todos los hombres a través de la creación. La creación es el teatro donde podemos contemplar cuán gloriosa es la persona de Dios el Hijo. Es a la luz de esa realidad que Pablo nos exhorta a vivir aquí y ahora para la gloria de nuestro Señor (comp. Col. 3:17).
Finalmente, Pablo nos dice que Él es…
EL RECONCILIADOR DE TODAS LAS COSAS:
Compare Col. 1:18-20. El punto que Pablo quiere enfatizar aquí es que de la misma manera que en Él fueron creadas todas las cosas, la Iglesia encuentra Su origen en Él. Para que hoy existiera la iglesia, el Señor tuvo que morir, pagar la deuda del pecado y luego vencer la muerte para siempre resucitando de los muertos.
Y Dios lo hizo de ese modo, dice Pablo, “para que en todo tenga la preeminencia”. A Dios el Padre le plugo dar al Hijo la preeminencia en todo, tanto en la creación natural como en la creación espiritual.
Pero esa obra de reconciliación que Cristo obró por medio de Su muerte en la cruz obtuvo resultados de mucho más amplio alcance: “y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (vers. 20).
Este texto no enseña una salvación universal, ya que estaría en contra de una multitud de textos que muestran la con¬denación de los impíos. Más bien parece referirse a la restauración de todo el universo que quedó profundamente afectado por la caída del hombre.
Cuando Dios creó el universo, “vio todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Pero el pecado entró en el universo causando la maldición de todas las cosas (Gn. 3:17-18; Rom. 8:20-22). La muerte de Cristo no sólo pro¬veyó salvación para los hombres, sino que también proveyó el remedio para la maldición del universo, el cual será restaurado a un esplendor más glorioso que el que tuvo en un principio (Ef. 1:10; Is. 11: 6-9; Ap. 21:1ss).
Conclusión:
A Dios el Padre le plugo diseñar todas las cosas situando al Hijo de Su amor en el centro de todo. El Hijo llena por completo el corazón del Padre, es en El donde el Padre encuentra toda su complacencia.
Pero ¿qué lugar ocupa Cristo en nuestras propias vidas?
¿Es Él el centro de todo lo que hacemos o decimos?
¿Estamos plenamente satisfechos en Cristo, o nos hace falta algo más?
El corazón del Padre se satisface completamente con Él ¿y el nuestro?
¿Estamos conscientes de la grandeza del Cristo en el que hemos creído?
¿O de Su plena participación en nuestras vidas a cada instante? “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Que el Señor nos conceda dar a Cristo el lugar que merece en nuestras vidas, y que en Sus iglesias podamos adorarle como Él merece, en Espíritu y en Verdad.

Fuente: todopensamientocautivo.com

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