Recientemente
alguien me preguntó la razón detrás del auge que la fe cristiana ha
estado teniendo en ciertos grupos de la población dominicana, y quizás
en toda Latinoamérica. La pregunta hacía referencia específicamente a un
grupo significativo de personas conocidas de los medios de comunicación
y artistas, que han estado abrazando la fe evangélica de una forma muy
natural y pública.
La pregunta que se me pidió contestar
fue esta: ¿se trata este fenómeno simplemente de una moda, o es un
fenómeno real? Esta fue mi respuesta: por un lado, entiendo que estamos
frente a una búsqueda espiritual genuina; la población en general se ha
cansado de probar el placer en sus diferentes manifestaciones como lo
son las drogas, el alcohol, el sexo, el poder y el dinero. Esa población
que se ha quedado vacía ha estado abrazando “algo” que no
necesariamente corresponde al evangelio de la Biblia, pero luce de esa
manera. Ese vacío existencial y esa búsqueda real ha encontrado,
lamentablemente, una oferta de un evangelio ofrecido a un precio muy
barato.
Cuando estamos hablando de una oferta
barata del evangelio nos referimos a que, con frecuencia, la fe
evangélica ha sido “vendida” al público con la idea de que puedes
incorporar a Cristo dentro de la vida que venías llevando hasta este
momento, invitándolo a entrar a tu corazón, y ya con eso te puedes
considerar cristiano y por tanto salvo. Esto, a la luz de la Palabra,
dista mucho de lo que Cristo y los apóstoles predicaron a la Iglesia
Primitiva. El evangelio es ciertamente una oferta gratuita de parte de
Dios, pero esa oferta demanda todo mi ser y toda mi vida. Por
definición, el evangelio que Cristo vino a ofrecer al mundo requiere, en
primer, lugar un arrepentimiento de mis pecados y, por consiguiente, un
cambio del estilo de vida que yo había venido llevando hasta ese
momento. La palabra arrepentimiento, shub en el hebreo, implica volverse en dirección contraria y en el griego el vocablo es metanoia que
implica un cambio de mente. Por tanto, se supone que el día en que yo
me arrepiento de mis pecados y recibo el perdón por parte del Señor
Jesucristo a través de su sacrificio en la cruz, mi vida debe moverse y
dirigirse en una dirección opuesta al curso que yo venía llevando; y mi
forma de pensar debe cambiar. El evangelio apropiadamente entendido y
aceptado termina produciendo un cambio radical que incluye la manera de
pensar, sentir, ver el mundo, vivir en ese mundo, y la manera como
obedecemos las normas de nuestro Dios.
El congreso de evangelismo de Lousanne
discutió años atrás que es posible ser cristiano solo en nombre y
mencionó 5 categorías diferentes de cómo una persona pudiera
considerarse cristiana sin serlo:
1)Alguien que asiste regularmente a la iglesia, adora devotamente, pero no tiene una relación personal con Jesucristo.
2) Asiste a la iglesia regularmente, pero sólo por razones culturales.
3) Asiste a la iglesia, pero solo en ocasiones especiales como en semana santa, navidad o a ceremonias como bautismos, bodas, etc.
4) Raramente asiste a la iglesia, pero mantiene una cierta relación con alguna iglesia por razones de seguridad, razones emocionales o lazos familiares.
5) No tiene relación con ninguna iglesia y nunca asiste, pero dice creer en el Dios de la Biblia.
2) Asiste a la iglesia regularmente, pero sólo por razones culturales.
3) Asiste a la iglesia, pero solo en ocasiones especiales como en semana santa, navidad o a ceremonias como bautismos, bodas, etc.
4) Raramente asiste a la iglesia, pero mantiene una cierta relación con alguna iglesia por razones de seguridad, razones emocionales o lazos familiares.
5) No tiene relación con ninguna iglesia y nunca asiste, pero dice creer en el Dios de la Biblia.
La primera categoría es la más
peligrosa: “Alguien que asiste regularmente a la iglesia, adora
devotamente, pero no tiene una relación personal con Jesucristo”. Y ahí
están muchas personas en el día de hoy.
La conversión real requiere un
arrepentimiento de mis pecados cometidos contra un Dios que es
infinitamente santo, y la obtención de un perdón de esos pecados en base
al sacrificio de Cristo en la cruz, quien después de morir por el
perdón de nuestros pecados, resucitó al tercer día garantizando así
nuestra resurrección y vida eterna en la presencia de Dios para siempre.
En resumen, El Señor Jesucristo dejó la Gloria, vino, se encarnó, se
hizo siervo, vivió una vida perfecta, cumplió la ley a cabalidad, y
después de haber hecho esto se ofreció como sacrificio perfecto para el
perdón de los pecados de aquellos que le recibieran en un futuro.
Su sangre sirvió para el perdón de los
pecados de aquellos que han trascendido la ley de Dios, y luego resucitó
para garantizar sus promesas. Ese es en esencia el corazón del
evangelio; pero si escribir el evangelio le costó a Cristo su propia
vida no puede ser que a aquellos que hemos sido salvados nos cueste tan
poco. Los verdaderos culpables no son aquellos que abrazan un evangelio
barato sino los que lo ofertan de esta manera. Esta es la razón por la
que muchos se sorprenderán en aquél día final cuando escuchen las
palabras de Mateo 7:21-23 :
No todo el que me dice: "Señor,
Señor", entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día:
"Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos
fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les
declararé: "Jamás os conocí; APARTAOS DE MI, LOS QUE PRACTICAIS LA
INIQUIDAD."
Por tanto, es nuestra responsabilidad
presentar el evangelio en toda la extensión de la palabra, de una manera
sencilla y concisa, pero a la vez invitar a aquellos que están
considerando abrazarlo a conocer el costo de seguir a Cristo como Él nos
enseñó en Lucas 14:25-35 :
Grandes multitudes le
acompañaban; y El, volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no
aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y
hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que
no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
Porque, ¿quién de vosotros, deseando edificar una torre, no se sienta
primero y calcula el costo, para ver si tiene lo suficiente para
terminarla? No sea que cuando haya echado los cimientos y no pueda
terminar, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él, diciendo:
"Este hombre comenzó a edificar y no pudo terminar." ¿O qué rey, cuando
sale al encuentro de otro rey para la batalla, no se sienta primero y
delibera si con diez mil hombres es bastante fuerte como para
enfrentarse al que viene contra él con veinte mil? Y si no, cuando el
otro todavía está lejos, le envía una delegación y pide condiciones de
paz. Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus
posesiones, no puede ser mi discípulo. Por tanto, buena es la sal, pero
si también la sal ha perdido su sabor, ¿con qué será sazonada? No es
útil ni para la tierra ni para el muladar; la arrojan fuera. El que
tenga oídos para oír, que oiga.
Por tanto debe haber una oferta y una
invitación a la reflexión de lo que me va a costar abrazar el evangelio
de Cristo. Creo que esto sería una forma mucho más honesta y, más aun,
mucho más bíblica y verdadera, que pudiera producir verdaderos cambios
en aquellos que le abrazan.
Fuente: www.integridadysabiduria.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario