El Señor, en cumplimiento de su pacto de
gracia, trata a su pueblo como si nunca hubiese pecado. Prácticamente
olvida todas sus transgresiones. Considera sus pecados, cualquiera que
sea su gravedad, como si jamás hubieran existido; como si se hubiesen
borrado de su memoria. ¡Oh, gran milagro de la gracia! Dios hace en esto
lo que hasta cierto sentido, es imposible de hacer.
Su misericordia obra prodigios que
sobrepujan todos los prodigios. Nuestro Dios nada sabe de nuestro pecado
después que Jesucristo ha ratificado su alianza. Podemos regocijarnos
en Él sin temor de provocar su ira contra nosotros a causa de nuestros
pecados. Nos cuenta por hijos suyos y nos considera como justos; toma
contentamiento en nosotros como si fuéramos perfectos y santos. Más aún,
nos pone en puestos de confianza, nos hace guardianes de su honor, de
sus tesoros y de su Evangelio.
Nos considera dignos y nos confiere un
ministerio. Esta es la prueba más evidente de que no se acuerda más de
nuestros pecados. Cuando perdonamos a nuestros enemigos, tardamos en
depositar en ellos nuestra confianza; juzgamos que esto sería
imprudente. Pero el Señor olvida nuestros pecados y nos trata como si
nunca le hubiéremos ofendido.
¡Oh, alma mía, acepta esta promesa y alégrate! Hoy… esa misericordia me hace vivir en armonía con ese perdón.
Señor, Gracias por perdonarme. Tu deseas que yo viva cerca de ti en agradecimiento por olvidar mis pecados. Amén.
Charles Spurgeon
Fuente: www.renuevodeplenitud.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario