Si Dios así lo dispusiera, podríamos
vivir sin pan, como Cristo vivió durante cuarenta días; pero nunca
podríamos vivir sin su Palabra.
Por esta Palabra fuimos creados, y sólo
por ella seremos guardados, porque Él sostiene todas las cosas con la
fuerza de su Palabra de su potencia.
El pan es la causa segunda, y el Señor
la causa primera de nuestra existencia. Tanto puede obrar sin la segunda
como con ella, y no tenemos derecho a poner límites a su obra.
No nos afanemos excesivamente por las cosas visibles; miremos al Dios invisible.
Hemos oído decir a algunos creyentes que
en los días de extremada pobreza, o cuando escaseaba el pan, disminuía
su apetito; y otros me han asegurado que cuando faltaban los medios de
vida, el Señor les socorría inesperadamente.
Sin embargo, nos es necesaria la Palabra
de Dios. Con ella podemos resistir al diablo. Si nos la arrebatan,
pronto caeremos en poder del enemigo, porque nos faltarán las fuerzas.
Nuestras almas necesitan alimento, y fuera de la Palabra del Señor no puede haberlo.
Todos los predicadores y libros del
mundo no pueden proporcionarnos una sola comida: sólo la palabra de la
boca de Dios puede nutrir al creyente.
Hoy quiero nutrirme con la Palabra de Dios la cual fortalece el espíritu angustiado.
Señor, danos siempre este pan. Lo apreciamos más que todos los deleites de una mesa regia. Amén.
Por: Charles Spurgeon
Fuente: www.renuevodeplenitud.com
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