Mis ojos pondré en los fieles de la tierra para que estén
conmigo; el que ande en el camino de la perfección, éste me servirá.
(Salmos 101:6)
Si así habla David, seguros podemos estar de que el Hijo de David
pensará lo mismo. Jesús piensa en los hombres fieles y tiene fijos sus
ojos en ellos para observarlos, estimularlos y recompensarlos. Que
ningún hombre de corazón sincero crea que Dios se olvida de Él. El mismo
Rey fija sus ojos en él.
De esta observación real se deducen dos cosas. Primeramente leemos:
«para que estén conmigo». Jesús lleva los fieles a su casa y les da un
puesto en su palacio, les hace compañeros suyos y se goza de su
compañía.
Mostrémonos dignos de la confianza de nuestro Señor, y Él se
manifestará a nosotros. Cuanto más costosa nos sea nuestra fidelidad,
mayor será la recompensa, cuanto con mayor violencia nos rechacen los
hombres, con más alegría nos recibirá el Señor.
Luego añade: «Éste me servirá». Jesús utilizará para gloria suya a
aquellos que, despreciando el fraude y el engaño, son fieles a su
persona, a su Palabra y a su Cruz.
Estos siervos honrados de su Majestad formarán parte de su séquito real.
Intimidad y servicio son la recompensa de la fidelidad.
Intimidad y servicio son la recompensa de la fidelidad.
Hoy sus ojos se posarán con ternura sobre sus hijos.
¡Señor, hazme fiel para que pueda morar contigo y te sirva! Gracias por mirarme con ojos de ternura y amor. Amén.
Charles Spurgeon
Fuente: www.renuevodeplenitud.com
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