Cada uno en un riel

En cierta ocasión unos niños paseaban por el bosque cuando descubrieron una línea de ferrocarril abandonada. 

Uno de los niños saltó a uno de los rieles y trató de caminar por él. 

Después de unos cuantos pasos, perdió el equilibrio. 

Otro trató de hacer lo mismo, y también se cayó. Los demás se rieron.

«Apuesto a que ustedes tampoco pueden», le dijo a los demás uno de los que había hecho el intento. 

Uno por uno los demás niños lo intentaron pero todos fallaron. 

Hasta el mejor deportista del grupo no pudo dar más de una docena de pasos antes de caer fuera del riel.

Entonces dos niños comenzaron a hablarse al oído y uno de ellos lanzó el siguiente desafío: «Yo puedo caminar todo lo que quiera por el riel, y él también», les dijo, señalando a su compañerito.«No, tú no puedes», le dijeron los demás.

«¡Apuesto un dulce a cada uno que sí puedo!», les respondió. Los demás aceptaron.
 
Entonces los niños subieron cada uno a un riel, extendieron un brazo, se tomaron fuertemente de las manos y empezaron a caminar por toda la vía.

Como individuos no hubieran podido hacerlo, pero trabajando juntos no les fue difícil alcanzar la victoria.


A veces en la vida solos no podemos y entonces es cuando necesitamos la mano del otro. 

La vida no es para vivirla solos, es para vivirla en compañía y juntos poder avanzar el resto del camino. 

Muchos pierden de vista este principio y no saben vivir en armonía y equipo en sus familias, trabajos, universidades o en la misma Iglesia. 

Vamos!! No sigamos solos. 

Juntos, Tú y yo podremos caminar entre los rieles de la vida.

Yo me volví otra vez, y vi vanidad debajo del sol. 
Está un hombre solo y sin sucesor, que no tiene hijo ni hermano; pero nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien? También esto es vanidad, y duro trabajo. 
Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. 
Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. 
También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? 
Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto. (Eclesiastés 4:7-12) 
 
 
fuente: Renuevo de Plenitud

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