Esa semana la dama llamó a un Orfebre e hizo una cita para ver su
trabajo. Ella no le mencionó detalles acerca de la verdadera razón de su
visita, simplemente dijo que tenía curiosidad sobre la purificación de
la plata.
Mientras observaba al orfebre sostener una pieza de plata sobre el
fuego dejándolo calentar intensamente, él le explicaba que para refinar
la plata, debía ser sostenida en medio del Fuego donde las llamas arden
con más fuerza, para así sacar las impurezas.
En ese momento ella imaginó a Dios sosteniéndonos en un lugar así de
Caliente.
Entonces recordó una vez más el versículo “Y Él se sentará
como fundidor y purificador de plata”.
Le preguntó al platero si era
cierto que él debía permanecer sentado frente al fuego durante todo el
tiempo que la plata era refinada.
El hombre respondió - ”SI”. No sólo debo estar aquí sentado sosteniendo
la plata, también debo mantener mis ojos fijamente en ella durante el
tiempo que está en el fuego, si la plata fuese dejada un instante más de
lo necesario sería destruida.
La mujer se mantuvo en silencio por un momento y luego preguntó.
-¿Cómo sabe cuando ya está completamente refinada?
El sonrió y le respondió: “Ah, muy simple. Cuando puedo ver mi imagen reflejada en ella.”
Si hoy sientes el calor del fuego, recuerda que Dios tiene sus ojos
puestos en tí y continuará observándote hasta que vea su imagen en tí.
Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la
gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen,
como por el Espíritu del Señor. (2º Corintios 3:18)
No hay comentarios:
Publicar un comentario