Pidió fervientemente a Dios ser rescatado, y
cada día escudriñaba el horizonte buscando ayuda, pero no parecía
llegar.
Cansado, finalmente optó por construirse una cabaña de madera para
protegerse y almacenar sus pocas pertenencias.
Entonces, un día, tras
merodear por la isla en busca de alimento, regresó a su casa sólo para
encontrar su cabañita envuelta en llamas, con el humo ascendiendo hasta
el cielo. Lo peor había ocurrido: lo había perdido todo.
Quedó anonadado
de tristeza y rabia: «Dios mío, ¿Cómo pudiste hacerme esto?» se
lamentó.
Sin embargo, al día siguiente fue despertado por el ruido de un barco que se acercaba a la isla. Habían venido a rescatarlo.
— ¿Cómo supieron que estaba aquí? – preguntó a sus salvadores.
— Vimos su señal de humo – contestaron ellos.
La próxima vez que tu cabaña se vuelva humo, recuerda que puede ser la señal de que la ayuda y gracia de Dios viene en camino.
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que
te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi
justicia. (Isaías 41:10)
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