Una de las cosas más feas de la vida cristiana es cuando ya no sentimos
ni un mínimo dolor cuando le fallamos a Dios o cuando pecamos.
Y es que llegar al límite de no sentir ni la menor sensación de que hiciste mal es una señal de que algo anda mal en tu vida.
A veces vamos por la vida caminando mal,
sin percatarnos de que poco a poco vamos alejándonos de la comunión que
Dios quiere tener con nosotros, pensamos en satisfacer todas nuestras
necesidades, emocionales, sentimentales, carnales, pero rara vez pensamos
en la necesidad espiritual que tenemos y que también necesitamos suplir.
Una persona que poco a poco va dejando
de sentir dolor por sus fallas y las va viendo como algo normal o
cotidiano de su vida, y peor aún, se va acostumbrado a vivir con ellas o
a hacerlas parte de su vida diaria, es una persona que poco a poco va
perdiendo esa comunión que debería tener con Dios.
Y es que no
me van a dejar mentir que cuando le entregamos nuestra vida a Dios por
primera vez comenzamos a sentir dolor por nuestras fallas y nuestros
pecados. Antes cuando no vivíamos para Dios hacíamos cualquier cosa sin
tener la mínima sensación de dolor, pecábamos deliberadamente y
sentíamos que era normal, no veíamos nada malo en hacer lo que hacíamos,
porque éramos parte de esa vida sin Dios. Pero cuando conocimos a Dios
toda nuestra perspectiva de la vida cambio, ahora aquellas cosas malas
que hacíamos ya no las hacemos, porque hemos comprendido que ofendemos a
Dios, ahora vivimos no para satisfacer nuestras necesidades de pecado,
sino para satisfacer a Dios, quien dio su vida por nosotros.
Es allí cuando comienza la nueva vida en
Cristo, que va siendo guiada por su Espíritu Santo en nosotros, quien
ahora nos redarguye cuando hacemos algo que va en contra de Dios, en ese
momento sentimos un dolor una sensación de incomodidad por hacer
aquello que bien sabíamos que no teníamos que hacer. A eso se le llama:
Sensibilidad Espiritual. Algo que antes no teníamos, pero que desde el
momento que le entregamos nuestra vida a Cristo, comenzamos a
desarrollar.
El problema es que con el transcurrir
del tiempo, vamos descuidando poco a poco nuestra relación con Dios,
vamos acostumbrándonos a una “cultura cristiana” y dejamos de lado cosas
importantes que ayudan a nuestra relación personal con Dios, como leer
la Biblia, orar diariamente, congregarnos y servirle al Señor.
De pronto al descuidar nuestra vida
espiritual dejamos abiertas pequeñas puertecitas desde donde entran
ciertas cosas que no son correctas, pero que aun así tendemos a
practicarlas. Las primeras veces nos sentimos mal por lo que hicimos,
sentimos dolor porque ahora ya no vivimos para practicar eso, sino que
vivimos para Dios. Es allí donde nuestro corazón se siente dolido por
haberle fallado a Dios y rápidamente vamos y pedimos perdón a Dios,
quien nos perdona instantáneamente si con corazón sincero se lo pedimos.
Pero el mayor problema no está allí,
porque ¿Quién de nosotros no le ha fallado a Dios o no ha cometido
errores?, el problema está en que cuando aquello se vuelve más
recurrente, perdemos la sinceridad a la hora de pedir perdón a Dios por
lo que hicimos, y solo lo hacemos por hacerlo. De pronto nos
encontraremos practicando aquello sin sentir la mínima carga de que está
mal, sin sentir el mínimo dolor de que estamos ofendiendo a Dios o
fallándole. ¡Ese si es un problema!
Cuando te encuentres en un momento de tu
vida en donde bien sabes que estás fallando a Dios y no sientes el
mínimo dolor de estarlo haciendo, entonces ¡Preocúpate!, porque eso no
es normal en el sentido espiritual y cristiano.
La Biblia nos habla claramente de esto:
“No conocer a Dios es como vivir en la
oscuridad, y antes ustedes vivían así, pues no lo conocían. Pero ahora
ya lo conocen, y han pasado a la luz; vivan entonces como corresponde a
quienes conocen a Dios, pues su Espíritu nos hace actuar con bondad,
justicia y verdad. Traten de hacer lo que le agrada a Dios. No se hagan
cómplices de los que no conocen a Dios; al contrario, háganles ver su
error, pues sus hechos no aprovechan de nada. ¡La verdad es que da
vergüenza hablar de lo que ellos hacen a escondidas! Cuando la luz
brilla, todo queda al descubierto y puede verse cómo es en realidad. Por
eso alguien ha escrito: «¡Despiértate, tú que duermes! Levántate de
entre los muertos, y Cristo te alumbrará.» Tengan cuidado de cómo se
comportan. Vivan como gente que piensa lo que hace, y no como tontos.
Aprovechen cada oportunidad que tengan de hacer el bien, porque estamos
viviendo tiempos muy malos. No sean tontos, sino traten de averiguar qué
es lo que Dios quiere que hagan”.
Efesios 5:8-17 (Traducción en lenguaje actual)
A veces perdemos el sentido por el que
ahora vivimos, a veces se nos olvida que no hemos sido llamados para
revolcarnos en el lodo, sino para ser limpios y brillar, pero en muchas
ocasiones nos acomodamos a realizar ciertas acciones que lejos de
bendecirnos nos están causando problemas, acciones las cuales muchas
veces no sentimos que estemos haciendo mal, pero que en realidad no son
correctas de practicar por un hijo de Dios.
¿Es tú caso?, ¿Estás viviendo un momento
en donde fallarle a Dios se ha convertido en algo normal y cotidiano en
tu vida en donde ya no sientes ni la mínima culpa por hacerlo?, ¿Tú
corazón poco a poco se ha convertido en un corazón de piedra?, ¿Aquel
sentir que en un inicio tenias hacia Dios poco a poco se fue
diluyendo?, ¿Qué pasó?, ¿En qué momento permitiste que esto pasara?
¿Qué pasó con aquella persona que un día
prometió ser fiel a Dios en todo?, ¿Qué pasó con aquel sentir que
tenías de agradar a Dios por toda tu vida?, ¿Qué pasó con aquel hombre o
mujer que lloraba amargamente cuando le fallaba a Dios y hacía todo lo
posible para no volverlo a hacer?, ¿Qué pasó contigo?, ¿En quién te has convertido?
Es hora de comenzar de nuevo, es hora de
rectificar lo que hasta este día estaba mal, es hora de sincerarnos con
Dios y pedirle que nos ayude a ser hijos de Él más sensibles e
íntegros, y si esto le pedimos con sinceridad de corazón, Dios ha
prometido:
“Les daré integridad de corazón y pondré un
espíritu nuevo dentro de ellos. Les quitaré su terco corazón de piedra y
les daré un corazón tierno y receptivo, para que obedezcan mis decretos
y ordenanzas. Entonces, verdaderamente serán mi pueblo y yo seré su
Dios”.
Ezequiel 11:19-20 (Nueva Traducción Viviente)
Ya no sigas viviendo esa vida de
mentira, ya no sigas engañándote a ti mismo, ¿A dónde quieres llegar de
esta manera?, tú sabes bien que necesitas volver a ser aquella persona
que en un principio fuiste, y lo lindo de todo esto es que Dios está
dispuesto siempre a restaurar tu vida por completo, deja que Dios
trabaje en ti, solo rinde tu vida por completo a Él y veras la
maravillosa obra que Dios es capaz de hacer.
No importa en quien te habías convertido
hasta el día de hoy, porque hoy puedes decidir convertirte en ese hijo
de Dios que le de muchas alegrías con tu forma de vivir y servirle.
¡Hoy es un día para comenzar de nuevo y rectificar nuestros errores!
Autor: Enrique Monterroza
No hay comentarios:
Publicar un comentario