Todos tenemos sueños grandes, pequeños, medianos, no importa la
dimensión pero lo que si importa es que todos hemos tenido, tenemos y
tendremos sueños que anhelamos cumplir.
Por ejemplo, recuerdo que en mis inicios como cristiano uno de mis sueños era predicar a los jóvenes, lo anhelaba tanto, veía como muchos lo hacían y yo le decía a Dios: “Permíteme el privilegio de poder hablar de ti en un lenguaje
popular y en donde toda la gente pueda comprender lo que quiero decir”.
Era muy joven, tenía dieciséis años, tenía tantos sueños que cumplir.
A esa misma edad, meses después Dios cumplió uno de mis sueños, tuve a mi cargo un grupo de jóvenes con los que compartí momentos que marcaron mi vida y quedaron en mi memoria para siempre. Muchos jóvenes conocieron a Cristo, hicimos tantas cosas para el Señor e invertí gran parte de mi juventud en lo que siempre fue mi sueño.
Quizás tu sueño era un día estar cantando en tu congregación, quizás
tocando un instrumento, a lo mejor enseñando a los niños en las aulas de
la Iglesia, a lo mejor uno de tus anhelos era ser un servidor adentro
de la Iglesia, predicar, evangelizar, dirigir un grupo, estar a cargo de
algún Ministerio, no se cual era, pero llegó un momento en el que Dios
te lo otorgó.
Ese día en el que se te entregó ese
privilegio seguramente fue un día especial para ti, uno de tus sueños se
estaba cumpliendo. Estoy seguro que la primera vez que desempeñaste ese
privilegio lo hiciste de una forma única, había en ti un enorme gozo
por realizarlo y ver como tus sueños eran cumplidos, sin duda una de las
experiencias más hermosas de tu vida cristiana.
Pero algo pasó ahora, aquello que un día
fue tu anhelo, tu sueño, ha sido amenazado quizá por comentarios
negativos hacia ti, quizá por desplantes que te han hecho pensar en
renunciar a aquello que en su día fue tu bendición. Quizás los problemas
que en este momento estas experimentando te han hecho pensar en dejar de
hacer aquello que tanto gozo te provocaba.
Estas en un momento crucial para tu
vida, estas a punto de tomar una decisión en cuanto a tu servicio, una
decisión que muy en lo profundo sabes que no es lo que quieres, porque
fuiste llamado para eso, porque fuiste escogido para desarrollar tu talento en esa área, Dios así lo quiso y por eso te puso allí.
No renuncies a lo que fue tu sueño, no
dejes escapar esta oportunidad que siempre esperaste, no hagas a un lado
lo que en su momento fue tu gran anhelo, porque a ti quien te llamo fue
el Señor, quien te puso en ese lugar fue El y el único que puede
quitarte de allí, es el mismo Señor. No te dejes llevar por comentarios
negativos, no te rindas, lucha por lo que anhelabas, lucha por tu
sueño.
Hoy quiero motivarte a que sigas adelante
en ese que era tu sueño, a que no te detengas ni retrocedas, si Dios te
llamó, es Él quien te capacita y si El te capacita, entonces El también
te ha de respaldar en esa tarea. Fuiste llamado para eso y tú lo sabes
muy bien, siempre fue tu sueño, siempre quisiste hacer eso que estás
haciendo, entonces ¿Por qué piensas en renunciar?, Esfuérzate y se muy
Valiente.
¡No renuncies a lo que fue tu sueño!
“Pues ahora, Zorobabel, esfuérzate, dice Jehová; esfuérzate también, Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote; y cobrad ánimo, pueblo todo de la tierra, dice Jehová, y trabajad; porque yo estoy con vosotros, dice Jehová de los ejércitos”.
Hageo 2:4 (Reina-Valera 1960)
Autor: Enrique Monterroza
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