¡Y qué tremenda verdad!. Cuando Dios
eligió a Moisés para sacar a su pueblo de la esclavitud de Egipto, este
hombre no estaba capacitado para la titánica epopeya. Y de esos ejemplos sobreabundan en la Escrituras.
Hace unos días tuve un incómodo
encuentro con una persona. Traté de evitarlo, pero la otra parte fue
quien lo buscó. Se trata de una mujer que por motivos
que no me incumben, ni con los que tengo nada que ver; había sido
despedida justamente del puesto que hoy ocupa quien esto escribe.
“-¡Espero que sepa apreciar el valor
de quienes tiene a su alrededor y que esté a la altura del puesto!… se
lo deseo de todo corazón…” fueron sus palabras. “-Gracias”,
respondí. Me senté y continué trabajando. Estaba claro que no era una
bendición, sino que procedía del resentimiento, de la frustración. Yo me
hubiera sentido igual en su lugar, pero no hubiera sido capaz de tener
esa actitud con el otro.
Tal vez
quien esto escribe; en conocimientos, en lo técnico, en habilidad, en
velocidad de respuesta; no le llegue ni a los talones a esa persona que
tuvo que irse. Pero si hay algo que nunca dejó de ser una absoluta
certeza para mí, es que a pesar de todo, el elegido fui yo.
Y en esa seguridad, tomé el puesto en el Nombre del Señor y a pesar del
enorme grado de dificultad que significa para quien esto escribe, pedí
al Señor que me diera el Poder de caminar por sobre las aguas.
Muchas veces nos hemos encontrado con
gente que, disfrazadas de “positivas” nos tira palabras descalificantes,
nos hace sentir poca cosa, “que no estamos a la altura del puesto”. Y
tal vez tenga razón. Pero no conoce el detalle de que Dios no elige personas capacitadas, El capacita a los elegidos; tal el pensamiento que tan oportunamente me hizo llegar a través del correo electrónico una amada hermana, lectora y amiga.
¡Qué bueno, no estar a la altura del puesto! Hace unos días participé de un curso de capacitación en el lugar de trabajo y la semana próxima tengo otro. ¡Estoy recibiendo las bendiciones que hoy no tiene quien “estaba a la altura del puesto”!.
Gracias, amado Señor por haber puesto en
mi corazón el creer que nada es imposible para los que en ti creen.
Gracias por haberme ayudado a comprender que para vencer hay que decir
basta a las victorias a medias y dejar de conformarse con
“bendicioncitas”.
… porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.
(Mateo 17:20 RV60)
Autor: Luis Caccia Guerra
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